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martes, 6 de febrero de 2018

Lohana Berkins: símbolo de lucha de la comunidad trans


Hoy se cumplen dos años de la muerte de Lohana Berkins, histórica referente de la comunidad trans que luchó incansablemente por el derecho a la identidad de género y por la visibilización de las violencias sufridas por el colectivo. Su trabajo conquistó espacios en el ámbito público y también al interior del feminismo, dejando un amplio legado vivo en la memoria.

Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre“, había escrito en una carta de despedida Lohana Berkins, activista trans y referente de la comunidad LGBTTIQ. Murió el 5 de febrero de 2016, tras una larga enfermedad, dejando tras de sí un amplio legado de lucha y compromiso con los derechos humanos. “Muchos son los triunfos que obtuvimos en estos años. Ahora es tiempo de resistir, de luchar por su continuidad“, afirmó.
Lohana llegó a Buenos Aires llegó durante los años de la dictadura cívico-militar, expulsada como muchas otras travestis de los pueblos del interior del país. Solía relatar que al principio no encontraba hoteles que la admitieran y que dormía en las plaza del Obelisco simulando ser una turista.Nacida en la localidad de Pocitos, provincia de Salta, Lohana fue echada de su hogar a los 13 años. Su padre le dijo que se hiciera hombre o que se fuera. Ella contaba que desde chica sentía que había algún error con su cuerpo, que nació sintiéndose mujer. A Buenos Aires llegó durante los años de la dictadura cívico-militar, expulsada como muchas otras travestis de los pueblos del interior del país. Solía relatar que al principio no encontraba hoteles que la admitieran y que dormía en las plaza del Obelisco simulando ser una turista.
Durante muchos años sufrió la represión policial: los Códigos Contravencionales avalaban la cacería de las mujeres y mujeres trans en situación de prostitución, que eran llevadas sistemáticamente a calabozos. Pero Lohana decidió luchar contra el atropello a los derechos del colectivo. En la década del ’90 se sumó a la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar) y luego, en la tercera Marcha de Orgullo Gay Lésbico, conoció a las militantes de la Asociación de Travestis Argentina (ATA). Junto a ellas y a Carlos Jáuregui – histórico activista de la comunidad LGBTTIQ – empezó a trabajar para dar visibilidad y reconocimiento a las personas trans. Es así cómo, en 1994, fundó la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), desde donde impulsó el reconocimiento de la identidad de género. 

A comienzos del 2001, Lohana se inscribió en la Escuela Normal N° 3 para cursar la carrera de Magisterio. Los profesores no la nombraban cuando tomaban asistencia, hasta que descubrió que, a pesar de haberse identificado varias veces, nadie había registrado en las listas su nombre elegido. Esto dio paso a un precedente fundamental:  una denuncia en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad con la que consiguió que respetaran su identidad de género. El Ejecutivo porteño, por entonces a cargo de Aníbal Ibarra, dictó luego dos decretos para respetar el nombre de las personas trans en el sistema educativo y de salud de la Ciudad. 
Fue uno de los tantos logros que le permitieron profundizar un camino irreversible para la comunidad. Se convirtió en la primera travesti en ocupar un puesto estatal como asesora del legislador del Partido Comunista, Patricio Etchegaray. Luego, en 2003, la filósofa Diana Maffía, quien había asumido como diputada de la Ciudad, la nombró asesora en temas de Derechos Humanos, Garantías, Mujer, Niñez, Infancia y Adolescencia. Desde ese lugar, Lohana logró que la Legislatura aprobara la ley del nombre para que se respetara la identidad de género en la administración pública porteña.

Pero además, la activista llevó su incansable trabajo al papel, visibilizando la situación de vulnerabilidad sufrida por la comunidad trans en Argentina gracias a dos libros esenciales: La gesta del nombre propio, que coordinó con Josefina Fernández, y se publicó en 2005; y Cumbia, copeteo y lágrimas, de 2007, ambos editados por Ediciones Madres de Plaza de Mayo. En estas investigaciones revela que la expectativa promedio de vida de las mujeres trans es de 30 años y da cuenta de la brutalidad de un sistema expulsivo y discriminatorio: el 73 % no había terminado la educación obligatoria, el 81 % vivía de la prostitución y el 82 % había sufrido violencia policial.

En la búsqueda de alternativas al trabajo sexual como única posibilidad para sus compañeras, Lohana lideró en 2008 la creación de la Cooperativa Textil “Nadia Echazú”, primer emprendimiento laboral gestionado y administrado por mujeres trans. Desde entonces, funciona en el partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y fue replicada en varios lugares alrededor del país.
En 2010 conformó el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, una alianza de más de quince organizaciones que impulsó la sanción de una normativa que garantizara la adecuación de los documentos personales a la identidad de género autopercibida, así como el pleno acceso a tratamientos médicos de quienes solicitaran intervenciones sobre su cuerpo, tanto en el sistema público como privado. La ley fue aprobada en el Congreso en el 2012, en un paso histórico y único en el mundo que implicó despatologizar a las personas trans.

Desde el 2013, Lohana  encabezaba la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual, del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad, donde llevaba adelante una investigación sobre el acceso a la Justicia de las personas trans y otra sobre sus detenciones arbitrarias a lo largo de la historia. Esto dio lugar al proyecto “Reconocer es reparar”, trabajado juntamente con la activista trans Marlene Wayer e impulsado también por Diana Sacayán, que busca resarcir económicamente a aquellas personas travestis y trans mayores de 40 años que fueron violentadas por las fuerzas de seguridad por su identidad de género. 
Lohana llevó adelante una lucha no sólo en las calles, sino también en los espacios políticos, tendiendo puentes para que la comunidad trans pudiera vivir plenamente su identidad en los ámbitos públicos y exigir el derecho a una vida digna. Su trabajo, que conquistó lugares para el movimiento LGGBTTIQ al interior del feminismo, deja un legado político y social que continuará vivo en la memoria y en la defensa de todo lo alcanzado.
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