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martes, 31 de julio de 2018

¿Qué es ser TERF?


Ya se sabe que al ser humano no le faltan defectos. Uno de los peores, a mi juicio, es el empeño en discriminar entre nosotros mismo. Lamentablemente esta tendencia humana no desaparece entre las propias minorías. Una pensaría que al ser víctimas constantes de discriminación, las minorías evitarían caer en hacer lo propio, especialmente dentro de la propia minoría a la que uno pertenece. Pero va a ser que no. Nuestra comunidad LGBTQIA, lamentablemente, discrimina entre sus propias filas también. Está bien documentado que la bifobia y la transfobia tienen vida, lamentablemente, dentro de la propia comunidad. De hecho, seguramente habrán leído o escuchado el término TERF, lanzado dentro de esas mismas conversaciones. Hoy vamos a entenderlo mejor.

 

TERF, ¿qué es?


El término es un acrónimo que, por sus siglas en inglés, representa a las Feministas Radicales Trans-Exclusionarias (o, Trans-Exclusionary Radical Feminists). Básicamente son un grupo de personas contradictoria que se creen feministas, pero que sólo luchan por la igualdad a conveniencia. Específicamente este grupo tiende a excluir a las mujeres trans que al nacer les asignaron el sexo masculino, pero que se sienten e identifican con el género femenino.
Para dejarlo claro, eso no tiene nada de feminismo. El feminismo, que parece que todavía no se entiende bien el concepto. Lucha por la igualdad de la mujer y sus derechos. Y esto no puede traducirse como una excusa para discriminar a otros, especialmente a otras mujeres.
Y no, tampoco es “odiar a los hombres”, lo que pasa es que algunos de ellos creen que una mujer independiente y libre es una ofensa. Porque, de nuevo, es cuestión de poder, una vez que existe la igualdad no tienes poder sobre ese grupo de personas.

¿Por qué relacionamos TERF con la comunidad LGBTQIA?

Vale, ya establecimos la simplificada base del término. Y si les parece poco la activa campaña discriminatoria contra personas trans, las TERF son un grupo de odio que activamente buscan negar derechos fundamentales a personas transexuales, o transgénero. Incluyendo negarles acceso a salud pública, grupos de ayuda a las mujeres y el uso de baños públicos.
Inclusive existe un grupo extremista dentro de lo que ya es un extremismo, que van más allá y definen a las mujeres trans como “hombres gay que se odian a sí mismos”… Imagínense impulsar todas estas ideas y llamarse feministas.
Demi Lovato demostrando como NO ser TERF 
Por supuesto que no todas las TERFs son personas pertenecientes a la comunidad LGBTQIA, pero tenemos muchas. Lo peor es que ese tipo de discriminación y mensaje de rechazo a las personas trans se está extendiendo a otras minorías bajo el manto LGBTQIA, como contra las personas bisexuales, asexuales, genderqueer, etc.

¿Minorías unidas?


Lo que quiero decir es que las minorías no sólo se discriminan entre ellas, sino dentro de cada minoría. Algunas personas de color discriminan a otras personas de color, las personas LGBTQIA, también discriminan entre personas LGBTQIA.
Personalmente estoy en contra de todo tipo de discriminación, pero me duele un poco más cuando es dentro de cada comunidad. Ver grupos de personas que se refugian debajo de la bandera del arcoíris intentar empujar a otras personas que se refugian con ellos fuera es terrible.

Precisamente por eso nacen las discriminaciones. El ser humano está en constante búsqueda de poder, y no hay mejor forma de conseguirlo que teniendo un enemigo común. Y no hay mejor forma de conseguir esto que pintando a un grupo de personas como algo inferior que es una amenaza.

¿Son las Terf un grupo de odio?

Sí, lo siento. Sé que a los grupos de odio no les gusta que se les señale como grupos de odio. A los homofóbicos les choca que se les señale, como a los racistas, como a los sexistas, como a los abusadores. Y en muchos casos es porque las personas que actúan así realmente no lo hacen con la conciencia de hacer tanto daño.
Pero la realidad es que discriminar es una acción de odio. Rechazar y reprimir a alguien por su raza, religión, sexualidad, identidad, género u otra característica similar es un acto de odio. Aunque no sintamos que odiamos. Porque la sociedad nos programa para pensar así, para rechazar a las minorías, esto porque las personas en el poder tienen miedo del cambio, o de perder ese poder.
En lugar de ofendernos cuando alguien nos señala que estamos siendo exclusionistas de algún grupo (sexista, racista, homofóbico, etc.), lo mejor sería hacer una pausa, escuchar a esa persona y analizar el comportamiento. Se entiende que cuando uno no sufre de cierta discriminación es más complicado darse cuento, por eso es bueno escuchar a quienes sí sufren.

Celebremos y respetamos a las personas trans

Como ser queer, ser transexual, o transgénero, no es una elección, es un hecho de la vida. Creo que dentro de la comunidad entendemos que nadie “elige” ser rechazado y agredido por la sociedad. Y nadie siente más el peso de la discriminación que una mujer trans, específicamente una mujer trans de color.
Si quieres llamarte feminista, no puedes discriminar, especialmente a un grupo que ya sufre suficiente discriminación. Como comunidad debemos cuidarnos las espaldas los unos a los otros, como minorías debemos unirnos ante las injusticias y la opresión. Como personas debemos intentar ser mejores.
No olvidemos que la comunidad LGBTQIA se la debemos a una mujer transexual de color que se identificaba como bisexual. Las personas TERF desprecian parte de nuestra comunidad, por eso no deberían sentirse dueñas de la misma. O del feminismo. Son personas que odian la palabra queer porque es inclusiva y arropa a personas que no se identifican con ciertas etiquetas.
La mujeres transexuales son mujeres y merecen nuestro a poyo y respeto. Cualquier persona oprimida lo merece. Así que si te consideras feminista pero no ves a mujeres trans como mujeres “de verdad”, sería bueno que tomaras un respiro y analizaras mejor la situación.
Enlace: Lesbicanarias








lunes, 30 de julio de 2018

Rostros de la represión dentro de la represión

Durante y después de la dictadura, muchas personas sobrevivieron como pudieron al ser perseguidas por su condición sexual.



Desde el internamiento para su reeducación –cárceles y manicomios– hasta la prohibición de visitar determinados lugares o establecimientos públicos, así como sumisión a la vigilancia de los delegados. Estas eran las penas que se aplicaban a aquellas personas que llevasen a cabo “actos de homosexualidad”, tal y como figuraba en la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, aprobada por Franco un 4 de agosto de 1970 desde el Pazo de Meirás. Con ella también se castigaba a quienes practicasen “la mendicidad habitual, el gamberrismo, la migración clandestina y la reiteración y reincidencia”. Estuvo vigente nueve años, incluso después de la muerte del dictador. En 1978 se creó una disposición para la derogación de algunos preceptos, como el que perseguía a las personas homosexuales. No obstante, no fue hasta 1996 cuando definitivamente quedó derogada mediante una Ley Orgánica del Código Penal.
Se cumplen 40 años del fin de un Estado que perseguía a miles de personas por no ser o amar como ellos querían que lo hiciesen. Empezó como un endurecimiento de la Ley de Vagos y Maleantes impulsada por consenso durante la II República, que luego el franquismo exprimió hasta convertirla en un arma de control y tortura, tanto física como psicológica. Muchas personas fueron encerradas en las llamadas colonias agrícolas, un término edulcorado para referirse a campos de concentración para homosexuales. Badajoz, Huelva y Fuerteventura –este último, dirigido por sacerdotes– eran los sitios donde se situaban estos centros de “reinversión”. Hambre, torturas y trabajos forzados. En total, se calcula que fueron condenadas más de 5.000 personas, sobre todo hombres homosexuales y transexuales. En el caso de las mujeres lesbianas, no eran reconocidas por el régimen como tales, por lo que se las invisibilizaba.
Las cárceles, por su parte, también fueron hogar de horrores. Catalogados como presos sociales, las prisiones albergaban a personas del colectivo LGTBI dentro de módulos donde los funcionarios de prisiones habitualmente los prostituían. Fue el caso de la Cárcel Modelo de Barcelona o la de Carabanchel en Madrid. Aquí os presentamos los rostros de algunas de esas víctimas.

ANTONIO ROIG ROSELLÓ
Ibiza, 1939
El carmelita Antonio Roig Roselló, hoy con 78 años, no utilizó una entrevista para proclamar su opción sexual, sino que escribió varios libros. En 1977 publicó Todos los parques no son un paraíso: memorias de un sacerdote, en el que relata en primera persona sus experiencias sexuales con otros hombres en los parques de Londres. El 3 de enero de 1978 fue expulsado de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Entonces decidió empezar una huelga de hambre frente a la iglesia. “La gente que pasaba por la calle me insultaba”, recuerda. Para él, “la Iglesia es en gran medida responsable de la marginación que sufren la personas homosexuales”.

ANTONIO RUIZ
Valencia, 1960
Franco ya no estaba, pero eso no impidió que pasase tres meses encarcelado. Una monja le delató. Su delito: ser homosexual y declararse como tal en 1976. Tenía 17 años cuando mostró al mundo quién era de verdad. Estaba en el comedor de su casa. “Como era la época en la que se pensaba que era una enfermedad, en la que se intentaba curar con electrochoque y terapias aversivas, mi madre pidió ayuda”. Ese auxilio se tornó en cuatro policías secretas que le pasearon por la calle para demostrar “lo que podía pasarle a otros como yo”. Tras su paso por la cárcel, donde lo violaron, vivió un año en el destierro.

SILVIA REYES
Gran Canaria,  1953
“Su conducta en prisión es buena. Pensamos que pese a su condición de invertido no lleva una vida delictiva que nos haga pensar que sea peligroso”, decía el informe que la Junta de Tratamiento de Barcelona emitió al juez de Peligrosidad. “Estuve detenida más de 50 veces”, recuerda Silvia Reyes. “Hacía cuatro meses que había terminado el servicio militar y ya me había empezado a hormonar con productos que compraba en una farmacia”, añade. Reyes llegó a Barcelona en 1973, con 20 años. Se buscó la vida por los hoteles, que era lo que conocía, pero todos la rechazaban. “Entonces no se sabía lo que era ser transexual”, afirma. Prisiones en Barcelona, Madrid (Carabanchel), Badajoz… Dos décadas de detenciones hacen que a Silvia le cueste ordenar los recuerdos.

LA RAMPOVA
Valencia, 1959
La Rampova es su nombre artístico. Detenida por primera vez a los 14 años y sometida a ejercer la prostitución, no ha podido superar aquellas palizas y violaciones que soportó durante meses tras ser acusada por la Ley de Peligrosidad Social. Dentro de la celda, los delincuentes comunes pagaban a los vigilantes para colarse y violar a los jóvenes recluidos. Le cuesta hablar de esos episodios que vivió. “He tenido más violaciones que relaciones consentidas por los traumas que viví allí”. La Rampova narra que la llegaron a violar ocho veces al día en las celdas.

MIRYAM ALMA
Zaragoza, 1959
Pionera en la defensa del colectivo homosexual, Miryam Alma fue una de las organizadoras en 1977 del primer Orgullo Gay en Barcelona. De descendencia gitana, siempre contó con el apoyo de su familia. Desde pequeña cogía la ropa de su hermana mayor y se vestía como ella. Dedicó su vida al espectáculo en cabarets y televisión. Sin embargo, eso no impidió que acabase cientos de veces en la comisaría. Aunque nunca pisó una cárcel, no se libró de las palizas propiciadas por los agentes, que humillaban, insultaban y golpeaban a jóvenes transexuales.

jueves, 26 de julio de 2018

Tuquiña Batista, una trans cubana, en pie de guerra contra los obstáculos para trabajar

Imagen de la ciudad de Manzanillo

Ismael Corona Tamayo sólo existe en su carnet de identidad. Ella es Tuquiña Batista, una mujer trans cubana, del reparto San Nicolás de Manzanillo, que se ha encontrado barreras para acceder a un puesto de trabajo en su ciudad natal.
Tuquiña cumple todos los requisitos que exige la convocatoria de cuatro plazas en la Unidad Municipal de Servicios Jurídicos de Manzanillo. No tiene antecedentes penales, tiene el 12 grado aprobado, se graduó de "operadora de micro" y sabe de computación.



La primera vez que acudió a la entrevista del trabajo, la recepcionista le dijo que el administrador no estaba. Pero Tuquiña no tiró la toalla y regresó. Fue el propio administrador el que le aconsejó volver dos semanas después porque en ese momento estaban evaluando la incorporación de dos personas.

Ella volvió al cabo de dos semanas y le solicitó la plaza al administrador. El funcionario le dijo que debía regresar en dos o tres días. Así  lo hizo. Fue entonces cuando el administrador le tomó los datos "a regañadientes" y dio por terminada la entrevista diciéndole que esperara otros 15 días para saber si le daban o no la plaza.
Tuquiña todavía está esperando que la llamen, aunque sea para decirle que no. Nunca más supo del administrador de la empresa. Así que ni corta ni perezosa, escribió al diario oficialista Juventud Rebelde y contó su caso.

Sigue sin entender por qué si cumple con todos los requisitos no la cogen o al menos le aclaran si han ocupado las plazas o sencillamente que ella no es la persona idónea para ocupar el puesto.

Ella se queja de que el trato no sea igualitario para todos los candidatos. Le duele el mal trato y que no hayan sido respetuosos con su candidatura.
El caso de Tuquiña se hace público apenas unos días después de que se aprobara en la Asamblea Nacional del Poder Popular el Proyecto de Reforma de la Constitución cubana que cambia la definición de matrimonio y ahora lo concibe como la unión entre dos personas, independientemente de su género, lo que abre la puerta al matrimonio gay en Cuba. También se habló de la ley que regulará la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.

miércoles, 25 de julio de 2018

Llega la primera superheroína trans a la TV


La actriz trans Nicole Maines participará de la cuarta temporada de Supergiel, según anunciaron en la Comic Con de San Diego.
La TV de Estados Unidos tendrá a su primera superheroína trans, según se anunció en la famosa Comic Con de San Diego, con el desembarco de la actriz trans Nicole Maines en el elenco de Supergirl.
La actriz Trans Nicole Maines
La primicia la tiraron durante un panel de la serie. Maines también es activista, participó del documental de HBO The Trans List y también es el foco del libro Becoming Nicole, escrito por Amy Elis Nutt.
En esta cuarta temporada de Supergirl, Maines hará de Nia Nal, un personaje basado de manera libre en Nura Nal (también conocida como Dream Girl), que forma parte del universo de DC.
De acuerdo con lo que dice un comunicado de prensa, Nia es "una joven trans de buen corazón que tiene el impulso de proteger a los demás".