VIDEOS

CONOCENOS

DOCUMENTOS

PRENSA

lunes, 30 de julio de 2018

Rostros de la represión dentro de la represión

Durante y después de la dictadura, muchas personas sobrevivieron como pudieron al ser perseguidas por su condición sexual.



Desde el internamiento para su reeducación –cárceles y manicomios– hasta la prohibición de visitar determinados lugares o establecimientos públicos, así como sumisión a la vigilancia de los delegados. Estas eran las penas que se aplicaban a aquellas personas que llevasen a cabo “actos de homosexualidad”, tal y como figuraba en la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, aprobada por Franco un 4 de agosto de 1970 desde el Pazo de Meirás. Con ella también se castigaba a quienes practicasen “la mendicidad habitual, el gamberrismo, la migración clandestina y la reiteración y reincidencia”. Estuvo vigente nueve años, incluso después de la muerte del dictador. En 1978 se creó una disposición para la derogación de algunos preceptos, como el que perseguía a las personas homosexuales. No obstante, no fue hasta 1996 cuando definitivamente quedó derogada mediante una Ley Orgánica del Código Penal.
Se cumplen 40 años del fin de un Estado que perseguía a miles de personas por no ser o amar como ellos querían que lo hiciesen. Empezó como un endurecimiento de la Ley de Vagos y Maleantes impulsada por consenso durante la II República, que luego el franquismo exprimió hasta convertirla en un arma de control y tortura, tanto física como psicológica. Muchas personas fueron encerradas en las llamadas colonias agrícolas, un término edulcorado para referirse a campos de concentración para homosexuales. Badajoz, Huelva y Fuerteventura –este último, dirigido por sacerdotes– eran los sitios donde se situaban estos centros de “reinversión”. Hambre, torturas y trabajos forzados. En total, se calcula que fueron condenadas más de 5.000 personas, sobre todo hombres homosexuales y transexuales. En el caso de las mujeres lesbianas, no eran reconocidas por el régimen como tales, por lo que se las invisibilizaba.
Las cárceles, por su parte, también fueron hogar de horrores. Catalogados como presos sociales, las prisiones albergaban a personas del colectivo LGTBI dentro de módulos donde los funcionarios de prisiones habitualmente los prostituían. Fue el caso de la Cárcel Modelo de Barcelona o la de Carabanchel en Madrid. Aquí os presentamos los rostros de algunas de esas víctimas.

ANTONIO ROIG ROSELLÓ
Ibiza, 1939
El carmelita Antonio Roig Roselló, hoy con 78 años, no utilizó una entrevista para proclamar su opción sexual, sino que escribió varios libros. En 1977 publicó Todos los parques no son un paraíso: memorias de un sacerdote, en el que relata en primera persona sus experiencias sexuales con otros hombres en los parques de Londres. El 3 de enero de 1978 fue expulsado de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Entonces decidió empezar una huelga de hambre frente a la iglesia. “La gente que pasaba por la calle me insultaba”, recuerda. Para él, “la Iglesia es en gran medida responsable de la marginación que sufren la personas homosexuales”.

ANTONIO RUIZ
Valencia, 1960
Franco ya no estaba, pero eso no impidió que pasase tres meses encarcelado. Una monja le delató. Su delito: ser homosexual y declararse como tal en 1976. Tenía 17 años cuando mostró al mundo quién era de verdad. Estaba en el comedor de su casa. “Como era la época en la que se pensaba que era una enfermedad, en la que se intentaba curar con electrochoque y terapias aversivas, mi madre pidió ayuda”. Ese auxilio se tornó en cuatro policías secretas que le pasearon por la calle para demostrar “lo que podía pasarle a otros como yo”. Tras su paso por la cárcel, donde lo violaron, vivió un año en el destierro.

SILVIA REYES
Gran Canaria,  1953
“Su conducta en prisión es buena. Pensamos que pese a su condición de invertido no lleva una vida delictiva que nos haga pensar que sea peligroso”, decía el informe que la Junta de Tratamiento de Barcelona emitió al juez de Peligrosidad. “Estuve detenida más de 50 veces”, recuerda Silvia Reyes. “Hacía cuatro meses que había terminado el servicio militar y ya me había empezado a hormonar con productos que compraba en una farmacia”, añade. Reyes llegó a Barcelona en 1973, con 20 años. Se buscó la vida por los hoteles, que era lo que conocía, pero todos la rechazaban. “Entonces no se sabía lo que era ser transexual”, afirma. Prisiones en Barcelona, Madrid (Carabanchel), Badajoz… Dos décadas de detenciones hacen que a Silvia le cueste ordenar los recuerdos.

LA RAMPOVA
Valencia, 1959
La Rampova es su nombre artístico. Detenida por primera vez a los 14 años y sometida a ejercer la prostitución, no ha podido superar aquellas palizas y violaciones que soportó durante meses tras ser acusada por la Ley de Peligrosidad Social. Dentro de la celda, los delincuentes comunes pagaban a los vigilantes para colarse y violar a los jóvenes recluidos. Le cuesta hablar de esos episodios que vivió. “He tenido más violaciones que relaciones consentidas por los traumas que viví allí”. La Rampova narra que la llegaron a violar ocho veces al día en las celdas.

MIRYAM ALMA
Zaragoza, 1959
Pionera en la defensa del colectivo homosexual, Miryam Alma fue una de las organizadoras en 1977 del primer Orgullo Gay en Barcelona. De descendencia gitana, siempre contó con el apoyo de su familia. Desde pequeña cogía la ropa de su hermana mayor y se vestía como ella. Dedicó su vida al espectáculo en cabarets y televisión. Sin embargo, eso no impidió que acabase cientos de veces en la comisaría. Aunque nunca pisó una cárcel, no se libró de las palizas propiciadas por los agentes, que humillaban, insultaban y golpeaban a jóvenes transexuales.