Intentó combatir sus inclinaciones sexuales con tratamiento psiquiátrico y a base de “electroshocks”. Pero cuando murió su madre y tuvo en sus manos 30.000 dólares, no se los pensó dos veces: partió hacia Tailandia y allí se sometió a una operación de cambio de sexo.
De vuelta en San Francisco, capital mundial de la tolerancia, chocó de bruces contra la discriminación. Trabajó como taxista, repartidora, empleada del censo. Pese a toda la experiencia profesional acumulada como hombre (licenciado en Ingeniería Mecánica, al frente de varias plantas de tratamientos de residuos), no fue capaz de encontrar un empleo digno y estuvo a punto de acabar viviendo en la calle.
La policía la detuvo una noche en el barrio de Tendeloin; la tomaron por un travesti. Aquel incidente despertó la conciencia política de Theresa Sparks, que decidió crear el Transgender Political Caucus. En la mítica plaza de Harvey Milk, en pleno barrio de Castro, prendió poco después el Día de la Memoria Transgénero.
Las cosas fueron mejorando en el ámbito personal. Encontró trabajo en Good Vibrations, una compañía especializada en juguetes sexuales y consoladores. Su habilidad con organizadora le hizo ascender en un tiempo récord al puesto de consejera delegada, repartiendo “buenas vibraciones” dentro y fuera de su empresa.
En el 2003 fue nombrada Mujer del Año por la Asamblea de California: una conquista celebrada por todo lo alto por la comunidad transexual de San Francisco, que hace dos años la vio aterrizar como presidenta de la Comisión Policial (el organismo que vela contra los abusos policiales).
Y por fin este año, confirmando su irresistible ascenso a sus 13 años como mujer (48 como hombre), Theresa Sparks es la gran favorita en las elecciones a la Junta de Supervisores, dispuesta a marcar un nuevo hito en el gran año de los candidatos transexuales.
“En San Francisco me consideran conservadora, en Kansas posiblemente me lincharían”, asegura Sparks –medio en serio, medio en broma- parafraseando a su hijo mayor, Adam, que no sólo ha aceptado la “transición” de su padre sino que ha acudido a California para arroparla en plena campaña.
“La primera vez que abrazas a tu padre y notas que tiene pechos, se te hace extraño”, ha confesado Adam. “Pero con el tiempo, mis hermanos y yo nos hemos acostumbrado. Es la misma persona que de pequeños nos llevaba a los partidos y jugaba con nosotros al fútbol americano. Te das cuenta de que lo más importante es el interior, y no la forma externa. Me arrepiento de haber roto contacto con él durante tantos años”.
Theresa Sparks, considerada como el ojo derecho del alcalde Gavin Newsom, recuerda lo duro que fueron estos días en su ciudad adoptiva: “Vine a San Francisco hace 15 años buscando un refugio en el que completar mi transición... Pese a todas las dificultades iniciales, aquí he conseguido reinventarme a mí misma y llevar una nueva vida con orgullo y sin prejuicios”.
De su existencia anterior como hombre, Sparks conserva tan sólo el recuerdo permanente de sus tres hijos, que sin embargo tardaron tiempo en aceptar la mutación de “papá”. Uno de ellos está precisamente destinado en Afganistán, lo que le ha devuelto el recuerdo de su juventud militar, cuando soñaba con licenciarse en West Point.
Poco se sabe de sus dos ex esposas. La propia candidata se ha esforzado en borrar todo rastro de su pasado, incluido su nombre original (Sam). Sus hermanos, admite, la siguen considerando como un “freak”. Cuando se fue de Kansas City dejó atrás su casa, sus ahorros, su coche. Tuvo que empeñar hasta su reloj Cartier para volver a empezar “La diversidad de mi experiencia y mi base económica son mis mejores tarjetas de presentación”, asegura, a falta de cuatro días para el 2-N, incidiendo tanto en su lucha personal por los derechos civiles como en su bagaje al frente de Buenas Vibraciones. “Lo que esta ciudad necesita es alguien que vele por sus arcas en momentos difíciles”.