Madrid centraliza el acto más importante frente a la capital catalana, que reclama su protagonismo en el Mediterráneo
Fue Barcelona la primera ciudad española que celebró, el 26 de junio de 1977, una manifestación a favor de las personas LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). La marcha, que inmortalizó con su cámara la fotógrafa Colita, discurrió por Las Ramblas y la protagonizaron los transexuales. Más de 30 años después, Barcelona reclama ahora su protagonismo en la defensa de este colectivo.
La ciudad catalana celebra hoy por segundo año consecutivo un desfile que, sin llegar ni de lejos a las cifras de asistencia de la de Madrid, va cobrando importancia. La marcha conocida como el Pride Barcelona supone el cierre a una semana de celebración.
Si Madrid se posicionó como el frente homosexual ante la dura época del Gobierno de Aznar, de Barcelona han salido históricos activistas como Armand de Fluvià o Jordi Petit. Este último, que recibió en 2008 la Creu de Sant Jordi, la máxima condecoración catalana, fue secretario general de la Ilga, la asociación internacional de gays y lesbianas con más de 900 asociaciones. "Madrid fue el gran muro frente a los ataques del Gobierno de Aznar, pero Barcelona, ahora, tiene su papel con el sur de Europa. Recordemos que en Italia, Turquía, Yugoslavia o Grecia, los derechos avanzan poco o nada", dice Petit.
Al contrario que en Madrid, en Barcelona hay dos eventos: ayer se celebró la manifestación de corte serio y reivindicativo (organizada por el Front d'Alliberament Gai y por el Colectivo Gay de Barcelona) y hoy, el gran desfile festivo donde participan 32 entidades. Las diferencias entre las asociaciones catalanas es lo que ha llevado a Barcelona a quedarse en un segundo plano respecto a Madrid, opina Boti García Rodrigo, secretaria de Relaciones Institucionales de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Ahora, parece que han llegado a un consenso. "Antes Barcelona era un caos, con peleas entre los organizadores. El movimiento LGTB tiene que estar por encima de las diferencias, el enemigo está fuera", señala García Rodrigo. Para esta activista, Madrid es el gran referente europeo en la celebración del Orgullo Gay. "Si Barcelona llega a ser igual o mejor, será estupendo", señala.
En número de asistentes, Madrid gana por goleada. En 2009, en su primer año, 50.000 personas acudieron a la marcha catalana, mientras que en Madrid esa cifra, según sus organizadores, se elevó hasta el millón. Pero Barcelona tiene una enorme ventaja que le falta a la manifestación madrileña: el apoyo de las instituciones. Mientras en Madrid los organizadores tienen que luchar contra las presiones del ayuntamiento y en especial de la concejal de Medio Ambiente, Ana Botella (PP), en Barcelona, el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu (PSC), acudió la semana pasada a la presentación de los actos de Pride Barcelona.
Esfuerzo para crecer
David Martí, presidente de la Asociación Catalana de Empresarios para Gays y Lesbianas y presidente de Pride Barcelona destaca ese apoyo institucional de "ayuntamiento, Generalitat y diputación". "Hay una firme voluntad política de que esto crezca", señala Martí, consciente del atractivo turístico de las ciudades gayfriendly.
Del lado de Madrid, Toni Poveda, presidente de la FELGTB,es uno de los mayores defensores de la capitalidad gay de la ciudad. "El Orgullo ofrece, sobre todo, un carácter reivindicativo, la manifestación grande no es ninguna cabalgata", señala Poveda, que califica el desfile de Madrid como "el más importante de Europa". "Está lleno de alegría y visibilidad", sostiene.
La manifestación madrileña la convocan varias asociaciones como FELGTB, COGAMy AEGAL, que representa a los empresarios. Pero también hay actos alternativos organizados, por ejemplo, por el Bloque Orgullo Crítico, y que huyen del beneficio comercial y se centran en los problemas de los inmigrantes sin papeles o los transexuales.
Las primeras manifestaciones en Madrid surgieron del movimiento asociativo, a diferencia, por ejemplo, de Nueva York, donde fue una redada policial en el bar neoyorquino de ambiente Stonewall Inn lo que incendió las reivindicaciones. "Pero la ciudad tuvo una época oscura. En Chueca, para entrar en un bar gay primero había que llamar a la puerta, si no eras de confianza, no te habrían", recuerda Poveda. Fue a principios de los años 90, con la apertura de los primeros restaurantes y librerías, como Berkana, cuando empezó la visibilidad del colectivo.
Si Madrid tiene Chueca, Barcelona, de momento, carece de un barrio así. "Lo más parecido es el Gayxample", señala Jordi Petit, haciendo referencia a una zona de tiendas y bares de la ciudad catalana.
Al margen de las diferencias, las dos ciudades han compartido este año su propia polémica. Madrid, porque la organización vetó, después del ataque israelí a la flotilla humanitaria, la carroza del Ayuntamiento de Tel Aviv. Y Barcelona, en las vísperas del comienzo de su Orgullo Gay, se despertó con que Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados, defendía las clínicas que curan a los homosexuales.