Jorge Remacha
Sindicato de Estudiantes de Izquierdas, Zaragoza
“¡Nosaltres no tenim por, nosaltres som” (“Nosotros no tenemos miedo, nosotros somos” , en catalán) Era una consigna que se coreaba en la manifestación de la imagen superior, la primera Marcha del Orgullo Gay en el Estado Español, que reunió en 1977 en Las Ramblas de Barcelona a más de 4000 personas. Fue disuelta por la policía dejando varias personas heridas y detenidas.
El franquismo fue un periodo de especial opresión y clandestinidad para las personas LGBT, así como para la clase obrera, las mujeres o el resto de sectores oprimidos que querían organizarse y luchar contra el régimen. A las decenas de miles de presos políticos de izquierda fusilados tras la guerra o encarcelados y torturados se unían también personas LGBT asesinadas o encerradas por el hecho de serlo.
El modelo de la dictadura de Franco era el de la mujer sumisa y servicial y el del hombre dominante (y fascista) sin “afeminamientos”, con la moral de la iglesia católica, siempre unida al régimen, implantada en la vida pública y privada, reprimiendo sexualidades de forma extrema. Las personas LGBT estaban también en el punto de mira del régimen, pese a las noticias de homosexualidad encubierta de numerosos altos cargos franquistas.
“Actos atentatorios a la moral, fundamento de la familia y la sociedad “ (extraído de un informe de detención por “peligrosidad social”)
La represión se institucionaliza en 1954 cuando se añade a “los homosexuales” al ámbito de actuación de la Ley de Vagos y Maleantes de 1933:
Artículo sexto.-Número segundo.-
A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos o lisiados, se les aplicarán para que las cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes:
a) Internado en un establecimiento de trabajo o Colonia Agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en Instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás.
b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.
c) Sumisión a la vigilancia de los Delegados
Esas “Colonias Agrícolas” eran auténticos campos de concentración para homosexuales, y se hallaban en Badajoz, Huelva y Fuerteventura. Por ellas pasaron cientos de personas en condiciones de hambre, trabajo esclavo y tortura, siendo en el caso de Fuerteventura, dirigida por sacerdotes.
También las cárceles albergaron a personas LGBT catalogadas como “presos sociales”, estando en módulos donde los funcionarios de prisiones habitualmente los prostituían, como en el caso de la Cárcel Modelo de Barcelona o la de Carabanchel en Madrid.
Las cifras de estas condenas están en torno a las 5.000, siendo en su mayor parte a hombres homosexuales y transexuales, ya que la posición ideológica del régimen no concebía el lesbianismo y existen pocos casos de condenas por tal razón, la mayoría ligadas también a la militancia política de esas mujeres en los movimientos de liberación LGBT en los últimos años del franquismo.
Las personas LGBT sólo aparecían en la prensa ligadas a detenciones
De hecho, mientras las personas trans sufrían la represión y crueldad más dura por parte de las fuerzas de represión del régimen, las lesbianas en muchos casos no se visibilizaron ni para ellas mismas hasta que no entró de forma clandestina una cantidad mayor de propaganda feminista.
Según la visión franquista, el sexo entre mujeres ni siquiera existía y en los casos de grupos de mujeres lesbianas que se reunían a experimentar su sexualidad, los vecinos estaban “encantados de tener unas chicas que eran tan formales que no invitaban a chicos a sus fiestas”, mientras que los urinarios públicos eran escenarios de detenciones o una reunión de 6 hombres en una casa ya despertaba sospechas y delaciones, las lesbianas sufrieron una menor represión por estar más invisibilizadas.
Las mujeres solían ser, junto con muchos hombres, internadas en centros psiquiátricos, ya que la psiquiatría de la época, conformada por “hombres afectos al régimen” concebía la homosexualidad como una enfermedad o como causa del pecado.
Algunos psiquiatras como Juan José López Ibor se jactaban de los buenos resultados de sus prácticas, cuando en 1973 afirmaba que “Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención en el lóbulo inferior del cerebro presenta, es cierto, trastornos en la memoria y la vista, pero se muestra más ligeramente atraído por las mujeres.” refiriéndose a las lobotomías que eran habitualmente practicadas en psiquiátricos o Centros Médicos Penitenciarios a estos pacientes. También eran usuales los electroshocks, como los que el poeta Leopoldo María Panero relata que le administraba este doctor, en el documental El desencanto de Jaime Chávarri.
La ley de Vagos y Maleantes se sustituyó en 1970 por la Ley de Peligrosidad Social, pasando de penalizar “el homosexualismo” a los “actos homosexuales”. Sin embargo, aumentó el ritmo de represión y encarcelamiento a las personas LGBT en los últimos días del régimen y hasta 1979, cuando desaparecen los artículos referentes a “los homosexuales” en la ley.
Aunque parecía un adelanto, provocó que se utilizase el artículo 431 del Código Penal sobre el escándalo público para llevar a cabo redadas y detenciones a personas LGBT, estando este artículo vigente hasta 1988.
Ficha de Silvia Reyes, detenida en 1974 por “peligrosidad social”
La muerte de Franco no supuso el fin de la represión para las personas LGBT, de hecho en 1977 UCD, nuevo partido dirigido por el antiguo Secretario General del Movimiento (como se denominaba a la Falange, partido único durante el franquismo) planeó la creación de “diez mil plazas para la reeducación de homosexuales”, que no se llevó a cabo.
¡Amnistía presos homosexuales! ¡Amnistía total!
Boletín del Frente de Liberación Gay de Cataluña
A finales de los años 60 y principios de los 70 comienzan a eclosionar en Europa y América los Movimientos de Liberación Homosexual, que en un contexto de ascenso de la lucha de clases y desarrollo de los movimientos antirracistas, antiimperialistas y de emancipación de la mujer, pelean por los derechos de las personas LGBT con un discurso que ataca también a la sociedad capitalista como culpable de esas diversas opresiones.
En el Estado Español los ecos de la Revuelta de Stonewall, y del Mayo del 68 llegan a través de publicaciones introducidas de forma clandestina, conformándose en los últimos años de la dictadura los primeros grupos, que seguirán la línea anticapitalista de los Movimientos de Liberación Homosexual que emergían en Estados Unidos, América Latina, Gran Bretaña, Francia o Alemania.
Así, en 1970, se funda en Barcelona la Agrupación Homófila para la Igualdad Sexual (AGHOIS), que un año después se renombraría Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH). La principal reivindicación era la liberación de los presos homosexuales y el resto de presos políticos, que no se daría hasta 1979.
Tal como relata el fundador, Armand de Fluviá en su libro El movimiento Gay en la clandestinidad del franquismo (1970-1975), conseguían contacto con el exterior a través de la revista francesa Arcadie, publicando también ejemplares en Barcelona.
En 1972 también surgieron grupos en Madrid y Bilbao, hasta que la organización fue disuelta mediante la presión policial. Sin embargo, en 1975, fundarían también en Barcelona el Frente de Liberación Gay de Cataluña (FAGC), así como se articuló en el País Vasco el Movimiento de Liberación Gay Vasco (EHGAM) o en Madrid el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR). También se creó la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE). Estos movimientos no fueron legalizados hasta 1981.
“Esa decadencia pequeñoburguesa…” La izquierda homófoba y la necesidad de un movimiento de liberación sexual
Estos movimientos trataron de mantener una línea de izquierda en medio de un ascenso obrero y de masas con importantes luchas sindicales y políticas que fueron duramente reprimidas, dejando un saldo de cientos de muertos a manos del terrorismo de estado. Mientras, en la izquierda había posiciones enfrentadas sobre la cuestión de la liberación sexual, dándose posiciones homófobas tanto en la izquierda más conciliadora con los antiguos franquistas como en la extrema izquierda.
Enrique Tierno Galván, dirigente del PSOE que sería alcalde de Madrid en la década de los ochenta, afirmaba que: “No soy partidario de conceder libertad ni de hacer propaganda del homosexualismo. Creo que hay que poner límites a este tipo de desviaciones. Se trata de personas que han desviado los instintos bien por razón biológica, por razón social o, en muchos casos, porque no han tenido un tratamiento psiquiátrico a tiempo.”
Tal como se recrea este clima de clandestinidad y prejuicios homófobos en la izquierda de la Transición en la magistral película de Eloy de la Iglesia, El Diputado, algunos sectores de la extrema izquierda sostenían posiciones también abiertamente homófobas.
Como Manuel Guedán de la ORT, quien decía que era “antinatural, una alteración de la sexualidad”, Federica Montseny de la CNT, que en 1977 decía que “la homosexualidad es un símbolo de debilidad, de decadencia social”, o Eladio Castro del PTE que llamaba a los homosexuales “degenerados” y se declaraba “partidario de su condena”. Sin embargo, algunos políticos de izquierda defendieron públicamente los derechos LGTB, como José María Mendiluce de la LCR o Jordi Petit en el PSUC.
A 40 años de la muerte de Franco, seguimos viendo la continuidad de las instituciones de la dictadura en esta democracia para ricos, como la monarquía, las continuidades en el poder judicial, las Fuerzas Armadas o el aparato policial. Mientras hemos conquistado derechos para las personas LGBT, ha sido gracias a aquellas personas que lucharon y luchan por reivindicarse en una sociedad patriarcal que nos oprime.
Aún queda mucho por hacer, no sólo rescatar una historia que tratan de borrarnos cada día en la que se muestra que es luchando como se consiguen los derechos, sino seguir peleando por la total liberación sexual y la conquista de derechos en todo el mundo, sabiendo que nos siguen agrediendo en las calles o discriminando en los centros de trabajo, de estudio o en la sanidad, que nuestro horizonte en conquistar un mundo sin opresión, ni de clase, ni de raza, ni de género, ni de orientación sexual.