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lunes, 5 de enero de 2015

Una forma moderna de tortura: la terapia de conversión

En un mundo como en el que vivimos: donde hay guerras, muertes, corrupción, impunidad, violencia y tanto odio, es fundamental empezar a cambiar primero individualmente nuestro chip de desprecio y discriminación

“La transexualidad no es una elección. Si fuese una elección, ¿por qué una persona en su sano juicio escogería una forma de vida que implica tantas dificultades, prejuicios y discriminaciones?. No somos tan libres como parece. No hemos elegido ser transexuales. Para mi, lo que nos define no son nuestras aptitudes, son nuestras elecciones. Por eso es tan importante saber distinguir qué es lo que elegimos y qué es lo que nos viene dado. Igual que no he escogido ser moreno, no he escogido ser transexual. Hasta que no se entiende esto, no se puede razonar con nosotros.”
– Autor desconocido.
 
Cuando las personas escuchamos la palabra tortura, la primera imagen que se nos viene a la mente es de alguien siendo herido físicamente, tipo como una película sobre la CIA. Sin embargo, hay distintos tipos de tortura: entre ellos, la tortura psicológica.
Durante mucho tiempo la homosexualidad fue considerada una enfermedad. No fue sino hasta la década de los 1970 que la homosexualidad fue retirada como trastorno mental del manual de la Asociación Americana de Psiquiatría[1]; empero, la Organización Mundial de la Salud[2] aún permitía las prácticas de terapias de conversión. Fue hasta 1990 que la homosexualidad fue eliminada del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales durante la Asamblea General de la OMS. No obstante, la transexualidad sigue siendo clasificada como trastorno mental por la OMS (la APA la eliminó de su manual en el 2012). En las clasificaciones del DSM-V y el CIE-10 de la OMS, la transexualidad se establece como una enfermedad mental.
Esto es algo que debe de cambiar, pues considerar institucionalmente a las personas trans como enfermas mentales, sólo sirve para contribuir a su discriminación, a su depresión y, puede incluso, contribuir a su muerte.
De acuerdo a un estudio publicado este 2014 por la American Foundation for Suicide Prevention del The Williams Institute, 46% de los hombres trans y 42% de las mujerestrans han intentado suicidarse. Y estas estadísticas suben exponencialmente si estas personas sufren de bullying en las escuelas, en el trabajo o en cualquier sector de la sociedad. Pero el peor índice de suicidios de personas trans, es cuando estas no son aceptadas por su familia: el 78% de los trans que han sido rechazados por su familia o sufrido violencia por ello, han intentado suicidarse.


¿Por qué tenemos que formar parte de una sociedad tan llena de odio hacia los demás? Todos debemos ser tratados como iguales. Platicando con un profesor de mi facultad, reflexionamos en que el Derecho no sería en lo absoluto necesario si todos observáramos únicamente un artículo: el primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Este artículo dice:
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
Si todos acatáramos lo que dice este artículo, el mundo sería tan diferente.

Quiero reflexionar sobre el reciente caso que se hizo viral sobre la joven trans Leelah Alcorn. Ella al nacer se le asignó un sexo y género contrario al sentido como propio y de nombre Joshua, sus padres siempre rechazaron que fuera una chica transexual. Tenía 17 años y se suicidó el 28 de diciembre del 2014 al no poder soportar el rechazo de sus seres amados y de la sociedad. A continuación, traduzco su nota de suicidio:

“Si están leyendo esto, significa que cometí suicidio y obviamente no pude borrar este escrito de mis notas programadas.
Por favor, no estén tristes, es lo mejor. La vida que iba a vivir no valía la pena porque soy transgénero. No puedo explicar detalladamente por qué me siento de esa forma, pero esta nota probablemente será lo suficientemente extensa. Para ponerlo de forma simple, me siento una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y así me he sentido desde que tenía 4 años. Nunca supe que había una palabra para describir ese sentimiento, ni que era posible que un niño se convirtiera en una niña, por lo que nunca le dije a nadie y continué haciendo cosas de niños para intentar encajar.
Cuando tenía 14 entendí lo que significaba ser transgénero y lloré de felicidad. Luego de 10 años de confusión finalmente entendí quién era yo. Inmediatamente le dije a mi mamá y ella reaccionó de forma extremadamente negativa, diciéndome que sólo era una fase, que nunca sería una niña de verdad, que Dios no comete errores, que estaba mal. Si están leyendo esto, padres, por favor no les digan eso a sus niños. Así sean cristianos o estén contra la gente transgénero nunca lo digan a alguien, especialmente a sus niños. Eso no logrará nada más que ellos se odien a sí mismos. Eso es exactamente lo que me hicieron a mi.
Mi mamá comenzó a llevarme a un terapeuta, pero sólo me llevó a terapeutas cristianos (los cuales todos eran parciales) por lo que nunca obtuve la terapia que necesitaba para curar mi depresión. Sólo obtuve más cosas cristianas, como que era un egoísta y estaba mal y que debía voltear a ver a Dios y pedirle ayuda.
Cuando tenía 16 años me di cuenta que mis padres nunca cederían y que debía de esperar a tener 18 años para comenzar mi tratamiento de transición, lo cual me rompió totalmente el corazón. Entre más esperes, más difícil es la transición. Me sentía sin esperanzas, ya que sólo iba a ser un hombre vestido de mujer el resto de mi vida. En mi cumpleaños 16, cuando no tuve el permiso de mis padres para comenzar la transición, lloré hasta quedarme dormida.
Me formé una actitud tipo “púdranse” con mis padres y salí del closet en la escuela, pensando que quizá si me declaraba transexual sería menos fuerte. Aunque la reacción de mis amigos fue positiva, mis padres estaban enojados. Se sentían como si yo estuviera atacando su imagen y que los estaba avergonzando. Querían que yo fuera el perfecto niño heterosexual cristiano y eso era obviamente algo que yo no quería.
Me sacaron de la escuela, me quitaron mi computadora y mi teléfono, me prohibieron entrar a cualquier tipo de red social, aislándome completamente de mis amigos. Esto fue probablemente la etapa de mi vida cuando estaba más profundamente deprimida y para mi sorpresa no me maté. Estuve completamente sola por cinco meses. Sin amigos, sin apoyo, sin amor. Sólo la decepción de mis padres y la crueldad de la soledad.
Al final del año escolar, mis padres finalmente cedieron y me dieron mi teléfono y me dejaron entrar a redes sociales. Estaba emocionada y finalmente tenía a mis amigos de vuelta. Estaban extremadamente emocionados de verme y hablar conmigo pero sólo al principio. Eventualmente se dieron cuenta que no les importaba una mierda y me sentí aún más sola que antes. A los únicos amigos que pensé que tenía sólo les agradaba porque me miraban cinco veces a la semana.
Luego de un verano de casi no tener amigos, más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para irme, mantener mis calificaciones, ir a la iglesia cada semana y sentirme como mierda porque todos estaban en contra de todo por lo que vivía, decidí que había sido suficiente. Nunca voy a pasar de forma exitosa por una transición, aún si me voy. Nunca voy a ser feliz con la forma en que me veo o me escucho. Nunca voy a tener los suficientes amigos para sentirme satisfecha. Nunca voy a tener el suficiente amor para sentirme satisfecha. Nunca voy a encontrar a un hombre que me ame. Nunca voy a ser feliz. O vivo el resto de mi vida como un hombre solitario que desea ser una mujer o vivo mi vida como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay nada que ganar. No hay forma de escapar. Estoy lo suficientemente triste. No necesito que mi vida se ponga todavía peor. La gente dice “todo va a estar mejor” pero en mi caso no es cierto. Se pone peor, cada día está peor.
Eso es todo esencialmente, es por eso que me siento con ganas de matarme. Lo siento si no es una buena razón para ustedes, pero es suficiente para mí. Como mi testamento, quiero que el 100% de las cosas que poseo legalmente sean vendidas y que el dinero (más mi dinero en el banco) sea dado a movimientos por los derechos civiles de los transgénero y grupos de apoyo, no me importa cual. La única forma en que descansaré en paz es el día en que la gente transgénero no sea tratada de la forma en que a mi me trataron, que sea tratada como humanos, con sentimientos válidos y derechos humanos. El género necesita enseñarse en las escuelas, entre más temprano mejor. Mi muerte debe de significar algo. Mi muerte debe de ser parte del número de gente transgénero que cometió suicidio este año. Quiero que alguien vea ese número y diga: “qué jodido” y lo arregle. Arreglen a la sociedad. Por favor.
 Adiós.
(Leelah) Josh Alcorn.”

Incluso después de su trágico suicidio, los padres de Leelah se niegan a aceptarla como es. A quienes critican, discriminan o juzgan a las personas transexuales, sólo quiero hacerles una pregunta: ¿y si fuera tu hijo/a, lo/a despreciarías como lo haces con los demás, como lo hicieron los Sres. Alcorn con su hija? ¿Te gustaría que tu hijo/a se suicidara?
No se trata de juzgar a los padres, sino de concientizar a la sociedad sobre el sufrimiento de estas personas y darnos cuenta todos de que los podemos ayudar.Actualmente, volteamos hacia atrás y vemos lo ridículo que era negarle el mismo trato digno y equitativo a los negros y tratarlos como esclavos. Realmente espero que un día, no muy lejano, podamos voltear hacia atrás y ver lo ridículo que es que nuestra sociedad haga lo mismo con la comunidad trans.
En fin, como el caso de Leelah, han habido muchos. Y esto debe de parar. Tenemos, como sociedad, que aprender a aceptar a las personas como son. Y también tenemos que aprender a informarnos sobre las identidades de género, orientaciones sexuales y demás para respetar la diversidad sexogenérica. Porque la gente le tiene miedo a lo que no conoce; y yo creo que la ignorancia en el tema de la transexualidad es la principal causa de que sean discriminadas.
 En un mundo como en el que vivimos: donde hay guerras, muertes, corrupción, impunidad, violencia y tanto odio, es fundamental empezar a cambiar primero individualmente nuestro chip de desprecio y discriminación, para poder luego exigirle a las autoridades y a la OMS que quiten de una buena vez la transexualidad de la lista de trastornos mentales. Tenemos que ser más humanos.
 

Como dice la famosa actriz Laverne Cox:
A ver, ¿cómo es que piensas que Dios juzgará a otros debido a quién aman, pero no te juzgará a ti por odiar a alguien que, además, nunca has conocido? No somos lo que los demás dicen que somos. Somos quienes nosotros sabemos que somos.”
Hay que dar gracias por no haber tenido que pasar por todo el dolor y violencia que sufrió Leelah y sufren todas las personas transexuales. Tenemos la responsabilidad moral de apoyarlos porque son personas como cualquiera de nosotros y no merecen tanto sufrimiento simplemente por ser quienes son. Debemos de ayudar a acabar con su tortura; no sólo dejando de hacer comentarios denigrantes, sino buscando eliminar totalmente las terapias de conversión, que son de lo más deplorable que existe en nuestra sociedad actual.

Tú,  transfóbico:
Da gracias por no sufrir de discriminación, en lugar de juzgar y torturar psicológicamente a las personas trans, que no han hecho nada malo. Ser cisexual no te hace superior que los demás. ¿Quién te dijo que mereces más derechos humanos que las personas trans? ¿Quién eres tú para juzgar?

Maria Santos 

 [1] En lo sucesivo, APA.
[2] En lo sucesivo, OMS.

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