Ciertos indicios apuntan a que está pasando una cosa un poco
preocupante dentro del activismo trans, al menos en el que yo me desenvuelvo,
ubicado en Madrid y alrededores. Un fenómeno que ya se ha visto antes. Sí,
estoy hablando de la gentrificación de nuestro activismo.
Sí, gentrificación. Ese proceso en el que la población
original de un barrio es reemplazada por otra, con más nivel adquisitivo, con
“mejores pintas”, por una población que incomoda menos al sistema. Así se
define gentrificación. Y aunque el movimiento trans no es un barrio, se puede
aplicar igual.
Me da un poco de miedo el cambio que está sufriendo nuestra
imagen. La cabecera se está volviendo más amigable con el sistema. Les agrada
más lo binario. Lo que solo pide respeto, no liberación. Lo suave, lo moderado.
En definitiva, cuanto menos se cuestionen las bases en las que se sustenta toda
la sociedad, mejor.
Y agradar más tiene su parte buena. Consigues más difusión,
claro. Pero pierdes el mensaje. O quizás, más que perder el mensaje,
simplemente vendes el alma.
Temo que terminemos convirtiéndonos en otra versión de los
cisgays blanquitos de Chueca. Temo que se empuje a mis compañeras radicales,
pertenecientes a mil minorías (y orgullosas de pertenecer a ellas). Temo que en
su lugar pongan a caras bonitas, gente que encaje con los cánones de belleza
impuestos por el sistema patriarcal. Temo que el movimiento sea tan binario que
la lucha por el derecho a existir de mis compañeres sea callada a gritos de
conformismo. En definitiva, hay razones para tener miedo.
Hay una frase que dice “si no es accesible para les pobres,
no es ni radical ni revolucionario”. Y en esto se está convirtiendo, un poco,
el activismo y la lucha trans. En algo ni radical ni revolucionario, en algo
(quizás) un poco conformista, en algo propulsado por quienes quieren mantener
parte del status quo y no cambiar las cosas desde la raíz.
Y es que, hermanas, ¿cómo esperamos que se defienda de la
mejor manera posible nuestros derechos sin ser nosotras mismas las que peleamos
por ellos? El movimiento trans ha de estar liderado por personas trans (y en
horizontal). No podemos dejar que quienes nos marquen los tiempos sean
burgueses cis. Porque entonces sucederá que, sin darnos cuenta, nos iremos
perdiendo por el camino.
Porque la sanidad privada no es una opción para todo el
mundo. Y tener contactos que te dirijan en “una buena dirección”, tampoco. Más
importancia tiene la lucha que mejora las condiciones de todas y les ofrece un
buen servicio público que la que está dirigida a una minoría aburguesada.
Tomemos nuestros espacios como nuestros. Dirijamos nuestra
lucha, porque es nuestra. No dejemos que nadie nos diga qué tono tenemos que
usar, qué palabras tenemos que decir, qué está mal y qué no. Que nadie nos
intente ajustar a sus parámetros de comodidad con el sistema. Que no intenten
callar nuestros cánticos revolucionarios. Que nadie nos quite la voz y la
sustituya por la suya propia.
Si lo intentan, les callaremos nosotras.
Por Elizabeth Martín (@comradelizabeth), activista
transfemenina.
Enlace: Insurrectrans
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