El neoliberalismo del PSOE es palpable y no sólo en lo
económico. Sus alianzas con la derecha, la creciente desigualdad social, la
incertidumbre de la juventud, la precariedad laboral, los altos índices de paro
y sus buenas relaciones con los lobby financiero y mediático son hechos
que retratan a un partido que ha sido castigado en las urnas con una pérdida de
votos que alcanza casi el 50% de su electorado; 5.800.000 votantes menos desde
2008.
Ahora el PSOE, en defensa de los intereses del lobby
médico y en detrimento de los más débiles —es decir, las personas
transexuales—, quiere imponer una PNL “por los derechos sanitarios de las
personas trans”, sin contar previamente con los colectivos de personas
trans y de familias de menores trans, que nos hemos llevado una desagradable
sorpresa.
Tras analizar el contenido de la PNL que el PSOE va a
presentar en el Congreso de los Diputados, constatamos que la mayoría de las
medidas van destinadas o dirigidas a la creación o el mantenimiento de las
obsoletas unidades de identidad de género, lo que supone un gran
retroceso respecto a los avances alcanzados en varias comunidades autónomas
acerca de la atención que hoy día reciben las personas transexuales.
Hablar de transexualidad como “[…] una situación muy
compleja que requiere un abordaje multidisciplinar integral […]” es
problematizar a las personas apoyando la idea de que es posible no respetar
esta diversidad humana puesto que es algo muy extraño y ajeno a las personas
“normales”. “Acuden a las consultas del Sistema Nacional de Salud buscando
atención y solución a esta problemática personal…”, continúa el texto
socialista, que mantiene la conservadora y errónea idea de que el derecho
a ser quien te sientes es otorgado por un tercero (un médico) y no
un derecho fundamental que recoge nuestra Constitución.
“[…] Incluyendo la atención y acompañamiento psicológico
cuando así lo solicita la persona, individual y en ocasiones
familiar…”, reza la PNL. La patologización de la transexualidad se ha
fundamentado en un discurso psicómedico que la ha conceptualizado como
“trastorno”, “disforia”, “incongruencia”; “disonancia”… Todos ellos potencian
la negación de la transexualidad como condición humana y, por ende, como
una expresión de la diversidad.
Expresar esto en un texto que habla de “despatologizar” la
atención sanitaria nos parece antagónico porque no se escapa a una forma más
sutil de querer relacionar transexualidad con “problemas psicológicos”. Por
tanto, no ha de ser mencionado expresamente en ningún protocolo de atención
sanitaria para no seguir perpetuando el estigma de la “patologización”. Para
acotar y limitar la atención de los profesionales, es necesario que sepan que
un acompañamiento psicológico no tiene por qué estar relacionado con las
personas trans per sé. Esta prestación, que está en la Cartera de
Servicios Sanitarios Públicos, como tantas otras, debe ser ofrecida sólo si la
persona o familia lo requiere en igualdad de condiciones que el resto de la
ciudadanía.
Pese a todo, es de aplaudir la exigencia de recuperar
la financiación pública de los fármacos necesarios para el tratamiento de las
personas transexuales. Pero lamentamos que esta justa demanda sea el vehículo
para imponer un modelo de atención que nos estigmatiza y segrega del resto de
la ciudadanía.
Las leyes trans aprobadas en Andalucía, Madrid, Catalunya y,
en trámite aún, en Valencia y Aragón, lograron ciertos avances:
despatologización, no segregación, calidad de la atención, autonomía del
paciente y la libre autodeterminación del género… Todos se traducen en
una igualdad de trato y de condiciones, en el reconocimiento de las
personas trans como sujetos de pleno derecho. Pero no han tardado mucho en
arremeter contra estos logros argumentando “especificidad” en la atención.
Desde la soberbia, prepotencia y autoritarismo, los que
llevan décadas instalados en el poder descalifican, desprecian y quieren deslegitimar
cualquier crítica o disidencia, haciendo gala de una transfobia estructural e
institucional. Es relevante constatar que en el PSOE no hayamos visto el mismo
empeño en denunciar las practicas “aberrantes y vejatorias” que se han hecho en
las UTIGs, como en la defensa de la necesidad de su existencia, aunque para
ello hablen de “centrifugado” y de prácticas más “amables” y respetuosas.
Las personas trans queremos un trato igualitario, atención
de calidad, formación de los profesionales y más inversión en los tratamientos
médicos y quirúrgicos. No es de recibo que, debido a los interminables tiempos
de espera, más del 80% de las intervenciones quirúrgicas sean realizadas en la
sanidad privada. Es ahí donde esta la calidad de la atención: en asumir que
estas intervenciones forman parte de la salud de las personas trans, aunque
ello se enfrente a los intereses económicos del lobby médico.
Han tardado 8 años en reconocer que la Ley 3/2007, de 15
de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al
sexo de las personas es excluyente y patologizadora. Incluso el
Tribunal Supremo ha planteado una cuestión de inconstitucionalidad para que el
TC se pronuncie sobre si es o no acorde con la Carta Magna que los menores de
edad trans no puedan cambiar su nombre y su sexo en el registro, además de no
cumplir con las directivas y recomendaciones europeas en materia de identidad
legal.
¿Cuánto van a tardar en reconocer que las “unidades” son
modelos de atención contrarios al principio de igualdad y de la autonomía del
usuario?
Mar Cambrollé
Presidenta de la Plataforma por los Derechos Trans
1 comentario:
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