Ro Sosa, una transexual que la pelea por Parque
Guaraní
Los niños la llaman Ro o simplemente "la mamá de Agustín". El suyo es un caso
raro porque en Uruguay el 70% de las transexuales que trabajan, lo hacen en la
prostitución, según publicó El País la semana pasada en base a un informe del
Ministerio de Salud Pública. En general, no tienen otra opción de vida.
Son las cinco de una fría y nubosa tarde de viernes y Ro Sosa abre la modesta
sede del club de baby fútbol Parque Guaraní, cerca de Flor de Maroñas, en una
zona rodeada por cooperativas y algún que otro asentamiento.
Desde fines del año pasado ella es la secretaria de la institución y
participa todos los lunes en las reuniones con los delegados de los clubes de la
liga de Piedras Blancas. Pero su tarea principal es buscar auspiciantes, apoyo
económico y donaciones, lo que no es nada fácil en un barrio pobre como este.
"Me gusta salir a los comercios a pedir y en eso me ha ido bien", dice ella.
Además de raro, su caso es único: no hay otra transexual en la dirigencia del
baby fútbol montevideano (y seguramente costará encontrar otro caso en el resto
del deporte, en la política o donde sea).
Sosa tiene 42 años y dice que su historia no está ligada a la prostitución.
Trabajó en almacenes, supermercados, geriátricos, dio clases de teatro y tuvo un
programa nocturno sobre sexo en una radio de Paysandú, donde -asegura- tenía más
rating que Petinatti. Pero hace cuatro años su pareja se quedó sin trabajo en
Paysandú y volvieron a la capital. Fue él quien entró primero al club como
entrenador. Y hace unos meses empezó a jugar allí el hijo de él, a quien Ro
considera como propio. Así que su integración al Parque Guaraní era algo casi
natural. Un día pidió para estar formalmente en la directiva y la presidenta,
Ana Rodríguez, enseguida estuvo de acuerdo.
Hoy la principal preocupación de todos es conseguir luces para la cancha. Dicen que "los pastabaseros"
les robaron todos los focos (y hasta una columna) hace tres años y nunca
pudieron volver a comprarlas. No tienen dinero.
Desde aquel momento casi no pueden entrenar en invierno, cuando ya es de
noche a las seis de la tarde. Esa es la hora de inicio de las prácticas,
teniendo en cuenta que los niños que van de tarde a la escuela recién salen de clase a las cinco.
Entre abril y setiembre Parque Guaraní baja notoriamente su rendimiento
deportivo, porque la mayoría de los clubes de la liga tiene iluminación en su
cancha y puede entrenar luego que cae el sol.
Parque Guaraní necesita ocho focos, que salen entre 2.800 y 6.000 pesos cada
uno, según la calidad. "Y no los van a robar más porque ahora implementamos un
mecanismo para colocarlos y sacarlos luego de la práctica", dice Sosa. Las
colaboraciones se reciben en Itapebí 3050.
De vaqueros, polera colorada, championes deportivos blancos y pelo lacio
platinado, ella ya es una más de la directiva. "Soy trans, pero llevo la vida
que puede llevar un ama de casa cualquiera. Limpio y cocino", cuenta,
mientras los niños empiezan a llegar al club. "¿Por qué me tengo que parar en un
calle si yo tengo las mismas garantías como ciudadano? Lo que pasa es que todos
van a lo más fácil".
A las seis y poco hay una veintena de niños. La mitad entrena en la cancha
con la poca luz solar que queda (y seguirán allí hasta que dejen de ver la
pelota) y la otra mitad lo hace en un pedazo de césped pegado a la sede del
club, donde hay una luz encendida. Hay menos de 10 padres en la vuelta y asombra
que -en una sociedad donde las minorías suelen ser discriminadas- una transexual
esté en la directiva. Pero allí, a casi todos les parece bárbaro.
De hecho, solo uno de los padres que están allí prefiere no opinar sobre el
tema. Evelyn, una madre, dice que para los chiquilines "ella es una mujer" y que
así la tratan todos. Sandra se suma a la conversación y dice que "Ro la pelea,
es guerrera, tiene labia" y eso sirve para conseguir apoyo económico. "Me
encanta Ro", sonríe. Ernesto, otro padre, coincide en que Sosa es "la que más se
mueve" por el club. "Sería una falta de respeto que alguien dijera algo contra
Ro, no lo toleraría", dice. Pero luego admite que, por sus propios prejuicios,
una vez tuvo dudas si ella debía ir a pedir apoyo económico a una empresa a la
que él está vinculado.
Ángel Díaz, coordinador deportivo, apunta que Parque Guaraní "es un club
abierto" donde "si sos buena persona, no importa tu condición sexual". Díaz
sugiere que en un barrio de clase alta sería impensable ver a una Ro Sosa en la
directiva de un club de fútbol. Y puede que tenga razón. (S.C.)
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