Ni el físico, ni la vestimenta, ni los genitales y, mucho menos, los gustos y preferencias de cada uno. La identidad sexual de una persona viene dada por la estría terminal del núcleo derecho del cerebro, cuyo proceso de sexuación se desarrolla durante la gestación del embrión. Por tanto, tal y como explica el sexólogo José Luis Beiztegui, del Centro de Atención a la Pareja biko Arloak, “la identidad sexual es algo biológico, no cultural, que va formateado en el cerebro”.
La sexología moderna ilustrada nació en el siglo XVIII. Esta pondera las diferencias sexuales y la identidad sexual. Desde entonces, ha habido muchos avances en el orden explicativo y pedagógico de la sexología, pero que no terminan de llegar al público general. “La sociedad sigue mamando ideas muy antiguas basadas en el locus genitalis, pero el sexo es mucho más que lo que se hace con los genitales”, critica Beiztegui. En resumidas palabras, sería la dimensión que sexúa a las personas clasificándolas entre hombres y mujeres -no hay terceras opciones- y que determina multitud de factores, desde cómo se sienten las emociones o el placer hasta cómo alguien se relaciona con el resto de personas y su entorno.
Sin embargo, en la sexología no todo es blanco o negro. “El sexo nos habla de diversidad y de diferencia”, afirma Beiztegui. Por una parte, estaría el concepto dimórfico, que es aquel que clasifica las características de cada uno de los sexos. No obstante, las personas no siempre desarrollan una total coherencia respecto al sexo al que pertenecen. A este factor, que es mayoritario, se le denomina intersexualidad y significa que los hombres tienen algunas facetas de las mujeres y viceversa. Lo que varía son tanto la cantidad de características en las que difieren como en cuáles. “Por eso hay mujeres con pene y hombres con vagina, porque no depende de la genitalidad como se ha pensado tradicionalmente”, asegura. Lo importante, según explica, es cómo se sienta cada uno independientemente de la apariencia fisiológica, pues el sexo viene por el cerebro y no por los genitales.
COMO LA NOCHE Y EL DÍA
Ester Pérez Opi también es codirectora del Centro de Atención a la Pareja Biko Arloak. Al igual que Beiztegui, incide en que el sexo existe a muy diferentes niveles, tanto que los fármacos no tienen por qué afectar de la misma manera a hombres y mujeres. “Hasta ahora lo que se ha hecho es modificar las dosis, pero se está planteando incluso fabricar diferentes fármacos específicos para cada sexo”. La razón: las diferencias a nivel fisiológico van más allá de los genitales o el bello corporal.
Sobre todo, la sexóloga critica que se confunda la orientación sexual con la identidad sexual y opina que si la sociedad mamara más de los estudios que aporta la sexología se ganaría en cultura. “Si no hay cultura funcionamos por prejuicios y, a mayor cultura, mayor nivel de compresión”. Al final, todo se resume en mayor tolerancia y en conseguir una mejor convivencia.
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