Se dice que
la pareja, al menos en los cánones hasta ahora conocidos, se encuentra en fase
de transformación, en crisis. Si bien las personas no renuncian a las uniones,
al deseo o los afectos, en la mayoría de las sociedades de Occidente se buscan
nuevos modelos para disfrutar la sexualidad, fuera de las ataduras y represiones
de la moral tradicional.
Sobre estos
y otros asuntos se debatió el lunes 30 de enero en una nueva sesión del espacio
Voces para el diálogo, convocado por el Centro Nacional de Educación Sexual
(Cenesex), con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para
el Desarrollo y el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el
Caribe, a propósito del VI Congreso Cubano de Educación, Orientación y Terapia
Sexual.
Desde la
sociología y la sexología, respectivamente, disertaron esta vez Óscar Guasch,
profesor especialista en sexualidad y género de la Universidad de Barcelona y
Miren Larrazábal, presidenta de la Federación Española de Sociedades de
Sexología, ambos de España.
La
periodista Marta María Ramírez moderó el intercambio, que transitó por temas
diversos y controvertidos, a partir de las inquietudes del público. El
matrimonio entre personas del mismo sexo, los estereotipos de la sexualidad, los
derechos sexuales, la prostitución, la educación sexual y la supresión de la
transexualidad de la lista de trastornos mentales fueron algunos de los tópicos
tratados en el intercambio, rico en aristas y matices pues, cuando de sexualidad
se trata, no existen verdades absolutas.
Se habla
de monogamia en serie, de personas que viven juntas pero separadas y no
comparten residencia, de parejas abiertas, intercambios de parejas, de swingers,
entre otras muchas alternativas a partir de las necesidades de cada quien. Como
recalcó Guasch, se trata de que seres adultos, sensatos y responsables puedan
elegir en libertad la mejor manera de experimentar su deseo y su placer. Por su
parte, la sexóloga de origen vasco defendió la necesidad de extender la
educación sexual como entrenamiento para la convivencia. “Nos enseñan todos los
oficios, pero nadie es capaz de enseñarnos las habilidades para convivir, y es
ahí donde se encuentra la clave de los conflictos de la pareja”,
refirió.
El amor
no basta
Si nos
dijeran que una de las principales causas de ruptura en la pareja es
precisamente el amor, más de un escéptico saltaría de asombro. Pero Miren
Larrázabal, sexóloga clínica española, aclara que es en el modelo de amor
patológico, basado en la dependencia afectiva, donde radican las causas de una
crisis de la pareja.
“Con el
amor no basta para la convivencia, pues la pareja es una de las cuestiones más
complicadas en el oficio de vivir”, señaló la experta. En su experiencia como
terapeuta, ha podido constatar la demanda en consultas de sexología por estos
temas.
El amor
romántico, según lo conocemos, data del siglo XIX, cuando se instituye como
herramienta para el control social de las mujeres, y es una excusa para que la
pareja se mantenga en el tiempo, destacó por su parte el profesor Óscar Guasch.
Desde su mirada sociológica, este especialista prefiere hablar de una crisis del
matrimonio como institución, más que de la pareja.
Explicó
que el matrimonio de origen católico en Occidente se fundamenta sobre tres bases
a lo largo de la historia: monogamia, heterosexualidad e indisolubilidad; pero,
en el mundo globalizado contemporáneo, estas tres patas comienzan a
flaquear.
“La
indisolubilidad la destrozan los divorcios, la heterosexualidad de los
contrayentes está en crisis ante las leyes que permiten las uniones entre
personas del mismo sexo y la monogamia empieza a quebrantarse, cuando personas
adultas y sensatas están pidiendo el derecho a la poligamia”,
ilustró.
Considera
Guasch que deben deslindarse el deseo, la pareja y el matrimonio, que es
finalmente una estructura social susceptible de transformación.
Para Miren
Larrázabal, la clave está en educar a los seres humanos en habilidades
imprescindibles para convivir. Además de los afectos, se requieren herramientas
para la comunicación, la solución de problemas, la negociación, para expresar el
enfado sin descontrolarse, manejar las emociones y prepararse para la
asertividad, porque tener una buena pareja no implica decir siempre que sí. “La
buena convivencia parte de que alguien me deje expandirme, ser yo, me deje tener
intereses y mostrarme como ser humano”, opinó la
catedrática.
Rompiendo
los mitos
No solo
la pareja tradicional está en entredicho. También se resquebraja el modelo de
sexualidad heterocentrista, coitocéntrico y basado en la genitalidad, que ha
impuesto mitos y estereotipos sobre el placer y el deseo.
En estas
características se sostienen muchas de las disfunciones sexuales que
experimentan los seres humanos, sostuvo Larrázabal. La peor parte la llevan,
como siempre, las mujeres, que han sido privadas del derecho al disfrute sexual.
“Hasta hace poco no podíamos desear y todavía convive un modelo de sexualidad
que gira en torno al hombre, a la penetración, al coito”,
destacó.
El tabú
sobre el autoerotismo femenino, por ejemplo, ha sido un lastre porque muchas de
las mujeres que no tienen orgasmo solucionan su problema autoestimulando su
clítoris. “No se nos ha enseñado a gozar, se piensa que nuestro orgasmo es solo
vaginal”, advirtió la sexóloga.
De ahí
la importancia de la información y la educación sexual, para destruir barreras,
mitos y estereotipos que atentan contra nuestro disfrute, precisó. La formación
debe basarse, agrega, en el conocimiento científico y los pilares de la salud
sexual: libertad, responsabilidad, seguridad y placer. “Tenemos que transmitir
modelos placenteros de sexualidad, porque la sexualidad también es
lúdica”.
El rol
de padres y madres en la transmisión de una educación sexual positiva fue
resaltado por la sexóloga, quien considera que este es un derecho de niños y
niñas. Para ello debe haber una preparación correcta, desde fuentes científicas,
y no transmitir los mismos estereotipos.
Deben
cuidarse, además, las actitudes sexuales porque esa educación abarca de cómo
besamos y tocamos a un bebé a cómo se le enseña a relacionarse con su propio
cuerpo. “Los agentes sociales tenemos una responsabilidad. La escuela, los
padres y madres, los profesionales y los medios de comunicación tenemos que
elaborar un modelo positivo hablando de un sexo libre de coacción y violencia,
placentero y responsable”.
Amor y
sexo…
¿Es el
amor una garantía para un sexo placentero? A criterio de Larrazábal, no siempre
tiene que ser así. Por un lado está el sistema de apego, el cariño de una
pareja, el cuidado, el entendimiento; por otro, el sistema sexual, que tiene que
ver con la satisfacción del deseo. “Son dos sistemas que a veces se potencian,
pero a veces interfieren”, describió.
La
cuestión radica en comprender que el sexo está en el cerebro y no en las
hormonas, argumentó. “El cáncer de la pareja es la rutina, el aburrimiento”,
advirtió.
La
transgresión, la emoción y el peligro son estrategias frecuentes para despertar
el deseo, recomendó la especialista y explicó que, por ello, trata de trabajar
la seducción y el cortejo en parejas estables. “El sexo no son solo nuestros
genitales, no es un ejercicio gimnástico en el que te aprendas posturas. Tiene
que ver con movilizar la intimidad y crear habilidades de seducción”,
sostuvo.
En otro
orden, Guasch abundó en la búsqueda de opciones democráticas que no
“patologicen” la falta de deseo. “Hay parejas abiertas que se aman, son
solidarias, tienen intimidad y tienen o no relaciones sexuales entre
sí”.
El
sociólogo agregó que uno de los aportes históricos de la vida cotidiana
homosexual ha sido esa libertad en el ámbito de la pareja —en aquellas que lo
negocian—, de tener varias formas de relacionarse y no siempre la de una única
compañía sexual.
Más que
palabras, derechos
Mientras
se habla de un matrimonio heterosexual en crisis, en el mundo aparecen opciones
legales que permiten las uniones entre personas de un mismo sexo. Acerca de si
es coherente llamar de la misma forma a relaciones que subvierten los patrones
clásicos de esta institución social, se alzaron en el diálogo varias
voces.
Óscar
Guasch recordó que, en la historia del movimiento gay, el matrimonio nunca fue
una prioridad en el conjunto de la lucha contra la homofobia.
“Ganó espacio
en determinados contextos, pero sobre todo como consecuencia de una ley
sociológica que dice que, cuando las instituciones están en crisis, los grupos
subalternos pueden acceder a ellas”, refirió.
“No
quiere decir por esto que todas las personas homosexuales estén a favor del
matrimonio, pero las personas tenemos que tener los mismo derechos”,
continuó.
El
médico Alberto Roque, activista del movimiento homosexual en La Habana, opinó
que se necesitan nuevas denominaciones, maneras y estructuras que amplíen los
derechos, para poder revertir el efecto de dominación que implica el
matrimonio.
“Muchos
coinciden en que nuestras uniones pueden ser nombradas de otra manera, como otra
expresión de amor, lo mismo que existen familias
alternativas.
No estoy
a favor del término por lo que ha implicado a lo largo de la historia, por la
estructura de poder que lo impuso durante siglos y que ha servido para que la
familia se construya de una manera aburrida, homogénea, cuando la realidad
continuamente lo subvierte. Tenemos derecho a tener una construcción diferente,
alternativa, cambiante y enriquecedora a lo largo de nuestra existencia, que no
tenga que ver con la estructura patriarcal”, indicó.
El
término unión legal o unión civil ha sido uno de los propuestos para distinguir
este tipo de relaciones del contrato tradicional entre personas
heterosexuales.
Sin
embargo, para Miren Larrázabal toda diferencia implica una
discriminación.
“La
libertad es tener algo, aunque después se diga yo no quiero. Lo terrible es que
alguien desee casarse y no se le permita porque es gay. Los activistas y
profesionales no vamos a retroceder ni un milímetro en que todos y todas seamos
iguales y tengamos el mismo derecho”, defendió la
sexóloga.
Mencionó
la ventaja jurídica que en España ha significado para las personas homosexuales
el acceso a esta oportunidad en temas como la adopción, la transmisión de la
herencia, la comunión de bienes patrimoniales y la seguridad social, entre
otros. “Nada es perfecto, pero podemos caminar todos y todas juntos hacia esos
modelos que no son excluyentes. El matrimonio homosexual no nos quita para otro
caminar; pero si ya lo tenemos, defendámoslo.
La lucha
se hace consiguiendo pequeños pasos para pies veloces”,
opinó.
Masculinidades
y homofobia
Llena de
complejidades, como la existencia humana, puede llegar a ser la homofobia. Puede
ir más allá del odio a los homosexuales, destacó el sociólogo español. Existe
otra homofobia más compleja, que tiene que ver con la incapacidad de los varones
para que los degraden a un género que les parece inferior.
“Los
hombres dejaremos de sufrir cuando renunciemos a la masculinidad hegemónica,
cuando nos encontremos como maricas, cuando no nos importe que nos degraden el
género, cuando asumamos que podemos ser tratados como mujeres”,
expresó.
Por otra
parte, a algunos les genera angustia el excitarse o sentirse atraídos por
alguien del mismo sexo; pero el deseo es universal y ninguna práctica es
privativa de una u otra orientación sexual. El sexo anal, por ejemplo, siempre
ha sido considerado una conducta de homosexuales, aunque los heterosexuales
también lo disfrutan y desean. “Una de las grandes fantasías de esos machos que
gastan energía en demostrar que son hombres es la penetración anal”, aseguró la
sexóloga Larrazábal.
Lo más
recomendable es tomar entonces el sexo como un menú del que se elige el plato
que se desea o se prueba un poquito de todo, según el gusto de cada cual.
“Dejemos de ponernos etiquetas y disfrutemos”, exhortó.
Placer
sin edad ni frontera
El
control social sobre los cuerpos es otra de las presiones sobre nuestra
sexualidad. Lo que Michelle Focault llama “la biopolítica del poder” establece
expectativas sociales que crean ansiedad, angustia y limitan, por ejemplo, el
derecho sexual de las personas de la tercera edad.
Miren
Larrazábal recomienda adecuar la educación sexual a todo el ciclo vital y romper
con las expectativas del sexo para jóvenes. “Debemos aprender otra sexualidad
basada en la caricia, el beso; tenemos la lengua, la piel —que es el órgano
sexual más grande, lleno de terminaciones nerviosas. Si logramos desgenitalizar
la sexualidad, llegaremos a ser ancianos con un placer
maravilloso”.
Tomando
como ejemplo la metáfora de “salir del closet”, la sexóloga llamó a abrir los
armarios de la sexualidad. “Hay que destruir el mito de normalización del modelo
sexual. Mientras que la sexualidad sea libre, responsable, segura y placentera,
no hay nada ni mejor ni peor, ni normal ni anormal”,
concluyó.
La
transexualidad no es patológica
Aunque la
disforia de género permanece en las listas internacionales de trastornos
mentales, no pocos profesionales y activistas concuerdan en que se debe
despatologizar. Miren Larrazábal explicó la lucha de la Sociedad de Sexología de
España en ese propósito. “Estamos intentando darles a las personas transexuales
un seguimiento, pero desde un marco de no trastorno mental. Se montó un comité
de expertos en el cual se ha elaborado un protocolo y se van a crear unidades de
género para que estas personas puedan llevar adelante su proceso, con
acompañamiento de un equipo multidisciplinario, pero sin considerar que es un
trastorno”.
Transformar
actitudes
Las
leyes son útiles para cambiar la homofobia y la inequidad de género, pero no
bastan, comentó Mariela Castro Espín, directora del Cenesex.
“En el país hay
muchas cosas que están cambiando. Todo lo que se ha avanzado en el camino de los
derechos lleva la mirada crítica a nuestra propia historia, a lo que logramos y
lo que no fuimos capaces de lograr; pero también se ha influido desde las
legislaciones y los debates científicos internacionales que favorecen la lucha
por estos derechos. Se han ido desarticulando ataduras históricas, pero también
identificándolas para poderlas enfrentar”, advirtió.
Para la
máster en Sexología, el debate de estos temas ha ayudado a tomar conciencia de
lo que falta, y las experiencias internacionales ofrecen pistas. “Las
legislaciones no modifican las conciencias. Lo más importante es realizar una
acción educativa permanente, con apoyo de los medios de comunicación, para ir
cambiando conciencias. Somos una cultura de origen patriarcal y homofóbica. Todo
eso caló en nuestra identidad nacional, que está cambiando en muchos elementos,
pero no en todo”.
Mariela
explicó la importancia de encontrar estrategias, por ejemplo, para negociar el
tema de las uniones legales entre personas de un mismo sexo y por eso se ha
propuesto en Cuba ese término en vez de matrimonio. “Quisiéramos también
lograrlo, para que existan opciones para todo el mundo, pero por cuestiones
estratégicas no lo vamos a mencionar ahora. Más tarde vamos a seguir y quién
sabe si encontremos hasta una mejor fórmula para las parejas heterosexuales que
no sea el matrimonio”, aseveró.
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