En referencia al artículo del médico forense D.Luis Montero Ezpondaburu, publicado por el periódico El País el 7 de abril, La Plataforma por los Derechos Trans #NadieSinIdentidad#, manifiesta
su absoluta repulsa e indignación ante las afirmaciones de este Señor:
Señor
Montero, cuando usted se refiere a las personas transexuales como personas con
disforia de género lo hace única y exclusivamente desde una perspectiva médica,
limitando el universo de estas personas a esta única visión. Por encima de la
medicina están los Derechos Humanos y la propia voz de las personas
transexuales. Disforia de género y transexualidad no son sinónimos, puesto que
no todas las personas transexuales tienen disforia de género ni quien la tiene,
la tiene en el mismo grado. Referirse
así a las personas transexuales induce a error y no deja de ser una
categorización desafortunada y estigmatizante que fundamenta la vulneración de
los Derechos Humanos de las personas transexuales. En este sentido la
Resolución del Consejo de Europa del pasado 22 de abril, en su punto 3,
considera una violación de los Derechos Fundamentales, entre otros, el
diagnóstico de la transexualidad como
enfermedad mental. Al hilo de todo esto, el Comisario de Derechos
Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, el verano del 2011 solicitó a
la OMS la despatologización de la transexualidad, declarando que la
"disforia de género" (como se denomina erróneamente a la
transexualidad en ciertos manuales de medicina) debe dejar de considerarse como
enfermedad mental en los países del Consejo de Europa y los organismos
internacionales de salud. Añade que
“mantener este término -que designa a las personas que viven un desacuerdo
entre su sexo biológico y su sexo psicológico- en la categoría de trastorno
mental, estigmatiza a las personas transexuales y restringe su libertad a la
hora de escoger un eventual tratamiento hormonal”. El
término “Disforia de género”, por más que se utilice, no deja de ser un término
desafortunado en castellano, y que induce a error. Peor aún es el
término “Trastorno de identidad de género” que, por fortuna, ya se ha
desterrado en las últimas publicaciones que tratan sobre la transexualidad.
Si la
homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental y no necesita de
acompañamiento psicológico obligatorio, ¿por qué si la transexualidad ha dejado de ser una
patología según la APA y la OMS, usted Sr. Montero afirma en su artículo que
“las personas que sufren esa disconformidad (refiriéndose a la transexualidad)
con su sexo anatómico precisan de acompañamiento psicológico (…)”?.
Sr.
Montero, a lo largo de su artículo usted mantiene la necesidad de las UTIG como
referente para la atención médica de las personas transexuales. Los
tratamientos recibidos por las personas transexuales no son distintos a los que
son prescritos al resto de usuarios y usuarias del Sistema público de Salud de
nuestro país. Segregar a las personas transexuales en UTIGs es estigmatizarlas.
La Resolución del Consejo de Europa del pasado 22 de abril, en lo que concierne
a los tratamientos de reasignación y cuidados de la salud la Asamblea llama a
los Estados miembros a: “Modificar las clasificaciones de patologías utilizadas
a nivel nacional y proponer la modificación de las clasificaciones
internacionales con el fin de garantizar que las personas transexuales,
incluidos las menores, no sean considerados como enfermos mentales, al mismo
tiempo asegurando el acceso a los
tratamientos médicos sin estigmatización”
Sr. Montero,
lo que usted expresa en su artículo que no es otra cosa que un modelo de
atención obsoleto, discriminatorio y patologizante, y que confronta con la
nueva realidad social, con la mayor visibilidad de los/as menores trans, el
cambio legislativo que han supuesto las Leyes Trans de Andalucía y Extremadura,
que abogan por la libre autodeterminación del género como hiciera la ley
argentina de 2012, y con la citada Resolución del Consejo de Europa del mes
pasado. Esas disposiciones cuenta con gran apoyo social (las leyes autonómicas
fueron aprobadas por unaimidad), y con gran consenso de profesionales de la
medicina, psicología, antropología, trabajo social, pedagogía etc.;
profesionales que usted desautoriza en su artículo otorgándose la potestad y
autoridad en la materia de forma única e incluso usurpando la tutela legal de
los padres y las madres de los menores trans. Algo tendrán que decir las
propias personas transexuales a través de sus organizaciones, las cuales usted
desacredita en su artículo. Y no es que lo digamos nosotros, sino que la propia
Resolución del Consejo de Europa expresa la necesidad de consultar
explícitamente a las personas transexuales y sus organizaciones e implicarlas
en la elaboración y puesta en marcha de políticas y disposiciones jurídicas que
les conciernen.
Es
momento ya de dar un salto cualitativo que nos acerque a la igualdad de trato
en todos los ámbitos y esto se concreta en ser atendido de forma normalizada
como el resto de la ciudadanía y sin el prejuicio y el paternalismo que usted
propone bajo la fórmula segregatoria que han supuesto las UTGs, insistiendo de
forma antagónica en el descarte de patologías mentales. Usted fomenta la
implantación y proliferación de “nuevas UTGs”
que quieren tutelar a las personas transexuales y no acompañar, que
quieren apartar su libre autodeterminación
y marcar la pauta en el desarrollo de nuestras vidas. Es necesario la creación
de una Ley estatal, pero no su Ley sino la nuestra.
Por otro lado, Sr. Montero, en su artículo vemos cómo
una vez más se repite aquello de que “Solo el 15-20% niños/niñas con disforia
persistirán en la edad adulta”. Siempre que lo escuchamos o leemos, preguntamos
que de dónde sacan esa estadística, porque entre los colectivos trans no consta
que eso sea así. En este colectivo, por más que preguntamos por la existencia
de tales remisiones, no encontramos dicho porcentaje. A pesar de ello, esa
estadística se repite y repite hasta mil veces, con la intención de que se
convierta en la “verdad”, parece que siguiendo la máxima de Joseph Goebbels. Existen rendiciones: personas
transexuales que ante el temor a lo que conlleva todavía esa condición, en
especial en la adolescencia, tiran la toalla y optan por vivir una vida que no
es la que querrían, simulando una identidad sexual que no es la sentida como
propia. Pero ni de lejos existe ese porcentaje de remisiones.
La evidencia está en las propias unidades de corte
patologista. En el reciente estudio de la Dra. DELAMARRE-VAN DE WAAL (2014), se
concluye que “A día de hoy, no tenemos ningún caso de arrepentimiento en
nuestro grupo de pacientes jóvenes”. De manera similar, en el trabajo publicado
por el equipo del Hospital Universitario Ramón y Cajal, se afirma que “Respecto
a la persistencia del diagnóstico, a pesar de que se ha publicado datos
cuantitativos de otros autores resultan contradictorios (…). Nuestros datos hasta
la fecha objetivan un número elevado de casos de menores vistos en edades
tempranas, en los que se confirma y se mantiene su diagnóstico de disforia de
género, después de la mayoría de edad”. También el Hospital Clinic de Barcelona
en 2013, en su publicación al respecto, se dice “es preciso realizar nuevos
estudios con criterios diagnósticos muy definidos para analizar la gran
discrepancia entre estudios.”
Por
tanto, la propia clase médica reconoce que las estadísticas no son fiables, y
además es importante subrayar que en los casos en lo que no se mantiene el
“diagnóstico” no se trata de que algunos menores “diagnosticados” como personas
transexuales hayan dejado de serlo con el paso de los años (la condición de
persona transexual se tiene desde que se nace hasta que la persona fallece),
sino que ha existido un “diagnóstico” erróneo, resultando paradójico que hasta
los “errores de diagnóstico” del sistema sanitario se vuelvan en contra de los
menores transexuales, tratando de extender la errónea creencia de que lo más
probable es que haya remisiones, por lo que mejor no hacerles caso… La
conclusión debería ser que esto no hace sino confirmar que nadie, nada más que
cada persona, en la única que puede saber cuál es su identidad sexual: el
principio de autoderminación de género.
Desde
la Plataforma de los Derechos Trans #NadieSinIdentidad#, hacemos un llamamiento
a Instituciones, Partidos Políticos, Organizaciones Sociales y Entidades LGTBI,
para que se posicionen públicamente al lado de las personas transexuales y no
junto a los profesionales de la medicina que contribuyen a la segregación,
patologización y estigmatización de las personas transexuales. Los derechos de
las personas transexuales también son
derechos humanos.
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