El fetichista enfoca su líbido, su cariño o su amor hacia un objeto, un grupo de objetos o una persona-objeto. Puede tratarse de los zapatos, la ropa femenina en general o una determinada artista a quien tiene como su ídolo, sin atender a ella como persona, sinó al conjunto de símbolos que la representan: sus fotos, sus posturas, sus palabras, etc. Puede ser el caso de algunos fans de Elvis o Marylin Monroe, a quienes interesa más el look de estos artistas que su personalidad. Yo misma, a pesar de contar con admiradores inteligentísimos y grandes amigos, tengo otros que no ven en mí más allá del acto de tirar la copa, mis vestidos o mis tetas. Afortunadamente son los menos.
El fetichismo no es en absoluto una desviación o enfermedad que deba ser corregida. Como otras formas de sexualidad , es simplemente un modo de ser y de dirigir nuestro instinto. Sin embargo no debe confundirse jamás con la identidad sexual o de género. Algunos chicos tienen una gran atracción hacia lo femenino: las ropas, el maquillaje, los tacones, etc. No por ello dejan de ser hombres y no tienen nada que ver con el travestismo y mucho menos con la transexualidad. Aunque cuando se explora excesivamente un formato sexual uno corre el peligro de perderse.
Un cierto tipo de fetichismo comúnmente aceptado y que se exhibe con gran pompa es el que afecta a ciertos sectores de la Iglesia Católica. El desfile del purpurado español con larga cola cardenalicia durante la ordenación sacerdotal en una comunidad tradicionalista de Italia es una clara muestra de fetichismo religioso. Como también lo son las reproducciones del Santo Cáliz que ordenó el Arzobispo de Valencia. Del mismo modo que el chico que venera unos zapatos sin conocer a la persona que los lleva, algunos religiosos veneran ciertos objetos sagrados sin transcender el mensaje que puedan contener. La sexualidad fetichista se basa en la forma, la palabra, el objeto, sin importar su contenido, al igual que su correspondiente religiosidad. Las celebraciones litúrgicas en latín y de espaldas al público según el antiguo rito romano, promovidas por el actual papa, son un claro ejemplo. En la religión católica el fetichismo proviene de la Edad Media, cuando los cadáveres de los santos eran descuartizados para conservar celosamente sus pedazos como reliquias.
Lo curioso es que unos señores que ostentan una religiosidad y una sexualidad tan peculiares pretendan dictaminar cuales son las actuaciones moralmente aceptables y cuales, las repobables; tachando de pecaminosas la homosexualidad y la transexualidad, y abominando usos tan higiénicamente recomendables como el preservativo. En este contexto de ofuscación cabe emmarcar los ataques y la censura hacia mi obra mística que ha protagonizado el grupo tradicionalista del Reino de Valencia, impidiendo que mi obra se expusiera en el Museo de Arte Contemporáneo, y siendo finalmente declarado inocente por la judicatura castellonense de las injurias y amenazas vertidas hacia mi persona. A estos hombres de religión no les preocupa en absoluto el mensaje de Cristo, sinó solamente la preservación de formas, mitos y símbolos. Adoran la figura de la Virgen sin ver más allá, tal cual el fetichista sexual.
La beatificación de los mártires nacionales obviando los del bando republicano excede los límites de la fantasía sexual para convertirse en insolencia, provocación y ánimo de venganza. Esto sí que es enfermizo.
El fetichismo no es en absoluto una desviación o enfermedad que deba ser corregida. Como otras formas de sexualidad , es simplemente un modo de ser y de dirigir nuestro instinto. Sin embargo no debe confundirse jamás con la identidad sexual o de género. Algunos chicos tienen una gran atracción hacia lo femenino: las ropas, el maquillaje, los tacones, etc. No por ello dejan de ser hombres y no tienen nada que ver con el travestismo y mucho menos con la transexualidad. Aunque cuando se explora excesivamente un formato sexual uno corre el peligro de perderse.
Un cierto tipo de fetichismo comúnmente aceptado y que se exhibe con gran pompa es el que afecta a ciertos sectores de la Iglesia Católica. El desfile del purpurado español con larga cola cardenalicia durante la ordenación sacerdotal en una comunidad tradicionalista de Italia es una clara muestra de fetichismo religioso. Como también lo son las reproducciones del Santo Cáliz que ordenó el Arzobispo de Valencia. Del mismo modo que el chico que venera unos zapatos sin conocer a la persona que los lleva, algunos religiosos veneran ciertos objetos sagrados sin transcender el mensaje que puedan contener. La sexualidad fetichista se basa en la forma, la palabra, el objeto, sin importar su contenido, al igual que su correspondiente religiosidad. Las celebraciones litúrgicas en latín y de espaldas al público según el antiguo rito romano, promovidas por el actual papa, son un claro ejemplo. En la religión católica el fetichismo proviene de la Edad Media, cuando los cadáveres de los santos eran descuartizados para conservar celosamente sus pedazos como reliquias.
Lo curioso es que unos señores que ostentan una religiosidad y una sexualidad tan peculiares pretendan dictaminar cuales son las actuaciones moralmente aceptables y cuales, las repobables; tachando de pecaminosas la homosexualidad y la transexualidad, y abominando usos tan higiénicamente recomendables como el preservativo. En este contexto de ofuscación cabe emmarcar los ataques y la censura hacia mi obra mística que ha protagonizado el grupo tradicionalista del Reino de Valencia, impidiendo que mi obra se expusiera en el Museo de Arte Contemporáneo, y siendo finalmente declarado inocente por la judicatura castellonense de las injurias y amenazas vertidas hacia mi persona. A estos hombres de religión no les preocupa en absoluto el mensaje de Cristo, sinó solamente la preservación de formas, mitos y símbolos. Adoran la figura de la Virgen sin ver más allá, tal cual el fetichista sexual.
La beatificación de los mártires nacionales obviando los del bando republicano excede los límites de la fantasía sexual para convertirse en insolencia, provocación y ánimo de venganza. Esto sí que es enfermizo.
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