Problemas con la policía, en los medios de transporte, en las tiendas, en la biblioteca... Todo eso han tenido que soportar cientos de transexuales que presentaban un aspecto físico que no se correspondía con su DNI. La Ley de Identidad de Género, que entró en vigor en marzo de 2007, ha acabado con ese problema, pues les permite cambiar su nombre sin necesidad de llegar a la operación genital. Para todos, unos más que otros, ha sido un cambio decisivo en sus vidas.
José Parrilla, Valencia
En los próximos días se cumplirán dos años de la entrada en vigor de la Ley de Identidad de Género, una normativa ampliamente reivindicada por los transexuales que les permite cambiar su nombre en el DNI sin llegar a operarse y presentarse oficialmente ante la sociedad como la persona que siempre se han considerado. Fue un hito en la historia de deste colectivo que, además, está siendo ampliamente aprovechado. Sólo en el Registro Civil de Valencia se han tramitado una cincuentena de casos en este tiempo y en todos ha habido una respuesta positiva. A todos les ha cambiado la vida, aunque las mujeres siguen teniendo muchos problemas por el físico que las delata.Gonzalo es de los que están que no caben de felicidad. "Yo lo tenía claro desde pequeñito, pero mirar el carné era un trauma para mi", dice. Esa anomalía le creaba, además, grandes problemas en su vida diaria. "A mi me han tirado a la cara la tarjeta sanitaria porque decían que esa no era yo", explica este joven, quien asegura también que una vez fue a pedir trabajo a un supermercado y después de decirle que necesitaban gente vieron su carné y todavía está esperando que lo llamen.En ocasiones, ha llegado, incluso, a pasar miedo. Un día, por ejemplo, iba en un autobús y lo paró la policía para pedir la documentación a todo el mundo. "Yo pensé que me bajaban y me detenían -dice-, pero se lo expliqué a una chica policía y sorprendentemente lo entendió. Es más, me dijo que ojalá pudiera cambiar el nombre pronto".Dos días llorandoY pronto lo cambió. Fue tan sólo tres meses después de entrar en vigor la ley y la cosas han cambiado mucho, ya no hay un carné que lo delate. Según dice, cuando tuvo el documento en su mano estuvo "dos días llorando". "Cuando vi mi nombre me entraron unos aires de libertad que no había notado antes, como si me hubiera quitado una losa de encima", explica. Incluso para la familia, que siempre lo ha apoyado incondicionalmente, era algo "fantástico", pues "antes todos pasaban vergüenza". "Ahora están más tranquilos. Es como si hubiera nacido así. Lo mejor es no tener que dar explicaciones, pasar como todas las personas, sentirse normal", relata. Además, ha encontrado trabajo y ha cumplido algunos de sus pequeños sueños. "Lo primero que hice fue hacerme el carné de la biblioteca -dice-. El primero me lo hice con seis años y ya entonces prometí que no tendría otro hasta que cambiara de nombre. Me lo prometí a mi mismo, y en todo este tiempo los libros me los han sacado los amigos", afirma. Maribel, por su parte, no cree que el cambio de identidad haya resuelto todos sus problemas. Desde joven sintió que era una mujer, pero su transformación llegó a los cuarenta años, cuando llevaba años casada (en su rol de varón) y había tenido dos hijos con su esposa. Y aunque se ha operado el pecho y ha moldeado su cuerpo, la voz y los rasgos la siguen delatando más allá del DNI, que consiguió cambiar también apenas tres meses después de entrar en vigor la ley.Buceando en su pasado recuerda afrentas que, eso sí, ahora no sufre. "Una vez -por ejemplo- estaba en la cola de Zara y cuando me tocó, la dependienta me decía que ese no era yo. Yo le explicaba en voz bajita que sí era, pero no me creía, hasta que ya levante la voz y dije con voz grave ýque sí soy yoý y entonces ya se calló".Marginación en comisaríaTambién la policía la ha marginado cuando la ha necesitado. Uno de los episodios más desagradables que ha tenido que vivir lo pasó en una comisaría. Según dice, sufrió una agresión, de las muchas que ha tenido que soportar, y cuando fue a denunciar le dijeron que le "estaba muy bien empleado". "Si hubiera llevado mi carné se hubiera callado", sospecha. Lo peor, de todas formas, fue el despido de la empresa en la que trabajaba desde hacía diez años y perder a su familia, que "primero dijo que muy bien, pero que cuando di los primeros pasos dejaron de hablarme". El nuevo carné, al menos, ha arreglado algunas cosas, más de sentimientos personales que de realidades sociales, porque ella nunca se ha ocultado ni ha sentido vergüenza. "Cuando me lo dieron se lo enseñé a todo el mundo del ambiente, donde soy muy conocida. Era un orgullo para mi, un triunfo -explica-, pero nada más". En realidad, "el aspecto físico es más importante que el DNI", dice. Por eso, desde 2004 está buscando trabajo y no encuentra. "Si la persona que me hace la entrevista me acepta luego siempre hay alguien que me echa para atrás", lamenta.
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