En enero de 2009, el hospital de Cruces estrenó la Unidad la Unidad de Trastornos de la Identidad de Género, que es el servicio de referencia para los transexuales del País Vasco. Este área asistencial está formada por un equipo multidisciplinar de psiquiatras y psicólogos, endocrinos y cirujanos plásticos. Desde su creación, 110 personas han recibido atención, aunque sólo diez se han sometido a una cirugía de reasignación de sexo.
«Atender a esta personas es mucho más que operarlas», señala la psiquiatra Susana Ponce de León. De hecho, la cirugía es el último paso. El primero es el diagnóstico psiquiátrico porque se trata descartar la existencia de una patología mental. «Yo defiendo el origen biológico de la transexualidad, pero esto no impide que haya una evaluación psiquiátrica para que haya seguridad en el diagnóstico. Cuando llega un adulto que, desde hace años, se comporta con arreglo al género que siente, no hay dudas».
Test de la vida real
Antes de iniciar el tratamiento hormonal con los endocrinos, transcurren de seis meses a un año. En este tiempo, las personas transexuales tienen que pasar el test de la vida real. Consiste en dar el paso; es decir, «adoptar el rol del sexo con el que se identifican en el ámbito laboral, social y familiar». Sin duda, la prueba no es sencilla. Y, por ello, la asistencia especializada resulta muy importante. Si el resultado es positivo, es el momento de comenzar a hormonarse, un tratamiento de por vida. Un año después, ya pueden someterse a una cirugía de reasignación de sexo si así lo quieren. Y casi todos quieren porque la mera visión de unos genitales que no sienten como suyos les genera angustia.
Es el momento de los cirujanos plásticos. Al frente del equipo está Francisco Javier Gabilondo, un especialista que censura a quienes critican que la sanidad pública financie estas operaciones. «La moral particular es eso particular. Al igual que nadie se cuestiona que se intervenga a una persona obesa, tampoco se deben cuestionar estas operaciones por una moral particular». Gabilondo coincide con Ponce de León en resaltar que «nadie se opera por capricho. Detrás de cada persona suele haber mucho sufrimiento y verdaderos dramas». Un ejemplo, los casos de suicidio entre estas personas no son infrecuentes.
La recuperación física tras pasar por quirófano suele ser de unos dos meses. De los diez pacientes operados en Cruces, seis corresponden a transexuales masculinos. En estos casos, la intervención implica también el vaciado de órganos internos. En ningún caso se practica cirugía estética para masculinizar o afinar rasgos.
Fuente: www.diariovasco.com
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