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viernes, 23 de agosto de 2013

"Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos

Brigitte Baptiste no necesita que nadie le diga cómo vivir su feminidad. Tiene muy claro que ella es la única que puede decidirlo. Tercera parte del especial de Sentiido “Queer con plastilina”.


Son poco más de las 8 de la mañana. Una señora de aproximadamente 1 metro y 50 de estatura, pelo rojo tinturado, sudadera y unos 65 años de edad, pasea a su perro labrador negro. De repente, detiene su caminata para preguntarle a Brigitte Baptiste: “¿usted no es la del Humboldt?” “Si señora”, responde ella. “Ah qué bueno. La felicito”.
Una vez recibe una sonrisa de agradecimiento por parte de Brigitte, el perro deja de olfatear mis pies y junto con su dueña continúan su camino por el Park Way del barrio La Soledad en Bogotá.
Unos minutos atrás Brigitte, Camilo (el fotógrafo) y yo, estábamos en una de las cafeterías que a las 7:00 de la mañana, hora de la cita, presta servicio en esta zona de la ciudad.
Brigitte llega puntual al encuentro, justo después de acompañar a sus dos hijas a tomar el bus del colegio. En nuestro lugar de reunión pide un tinto mientras a mí me traen un jugo de naranja.
Poco después de las 8 a.m., cuando terminamos de hablar, decidimos atravesar la carrera 24 para tomarle unas fotos en medio del sector de Bogotá donde creció y aún vive: el Park Way.
Una vez termina la sesión, su conductor la recoge para llevarla al Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt donde ocupa el cargo de directora desde enero de 2011. Brigitte es una de las científicas más destacas de Colombia, una especie de “presidenta de la biodiversidad”.
Sin embargo, esos títulos poco le gustan. “A mí me dicen: ‘doctora -aunque no tengo doctorado- usted que es una eminencia en biodiversidad… Y yo me pregunto: ¿en qué momento el carácter religioso se le ‘pegó’ al conocimiento? Si quieren halagarme, gracias. Pero calificar a una persona de ‘eminencia’ es decirle: ‘usted ya no es parte de la sociedad ¡guíenos!’ Y nada que ver. Necesitamos una ciencia democrática, participativa y abierta”.
Contrario a las mujeres transgeneristas que sueñan con pasar por las cirugías estéticas necesarias para lograr que algún día la sociedad las reconozca como mujeres, a Brigitte este tema no la trasnocha. Está lejos de creer que para complacer a terceros deba transformar su físico radicalmente o comportarse de una determinada manera.

Objetos de deseo

“Cuando nacemos varones y muy temprano en la vida nos sentimos limitados para expresarnos como queremos, tratamos de crecer en femenino. Y el gesto básico para hacerlo es madurar como objetos de deseo, porque uno de los papeles que la sociedad les ha entregado a las mujeres es el de ser promotoras del deseo sexual”, asegura.
De ahí que muchas mujeres transgeneristas tengan o sueñen con estereotipos físicos tan marcados: senos y nalgas generosas, pelo largo, cintura pequeña… “Yo me llamo Brigitte porque por la época en que nací, el ideal de lo femenino y de lo erótico era la actriz francesa Brigitte Bardot. Queremos ser deseadas en esa feminidad y no en una victoriana o indígena, porque allí no tenemos ningún patrón de reconocimiento”.
El problema, explica, es que esto ha llevado a que algunas mujeres quieran mostrarse como “engalladas” por “traquetos”, para que el erotismo valide lo femenino. Brigitte no quiere ser ese estereotipo. No quiere un “traqueto” que la “engalle”. “Para validarme, no necesito a alguien que defina mi feminidad”.
A ella le han dicho: “si lo que quieres es ser mujer, hazte de una vez todas las cirugías necesarias para que lo parezcas”. En otras palabras: “no nos incomodes con un tránsito a medias en el que a simple vista no nos quede claro si eres hombre o mujer. Defínete y rápido”.
Pero Brigitte sabe que aunque pueda resultar incómodo, problemático o perturbador para los demás, ella tiene que construir su propia feminidad a partir de sus referentes históricos, familiares y culturales.
Es entonces cuando le explico que ella será la protagonista de la tercera parte del especial Queer con plastilina” que prepara Sentiido. Brigitte se afana en aclarar que no es una teórica queer. “Soy una bióloga y más bien clásica, clásica, clásica”.
Sin embargo, agrega que lo queer es, en esencia, no aferrarse a parámetros o a estereotipos solamente por cumplir con las expectativas de los demás. Es una premisa básica en cualquier ámbito de la vida, pero especialmente en el “deber ser” del género y la sexualidad. “No existen parámetros correctos, loqueer es vivir y expresarse de manera espontánea”.
Se trata de reflexionar en qué prácticas una persona se siente incómoda y en cuáles quisiera expresarse de otra manera. Ser auténticos y por eso es posible hablar de lo queer en cualquier espacio.
Para la muestra, la estrecha relación que existe entre estas teorías y la biodiversidad. Según Brigitte, “la naturaleza no tiene un único modelo para existir y hacer especie. La evolución genera patrones que se acomodan a las circunstancias y ensaya muchas alternativas donde el azar juega un papel importante. Cada una de esas propuestas se diversifica, multiplica y toma caminos inesperados”.

Lo natural es no tener normas

Y eso, agrega, cuesta trabajo de entender. Siempre se habla de “la sabiduría de la naturaleza”, pero la elección de lo que nos parece natural es un juicio moral y subjetivo. “En la naturaleza no existen normas”.
La intersexualidad, por ejemplo, es natural. “Una persona que nace con genitales de ambos sexos o con cierta ambigüedad anatómica no tiene por qué ser tratada como alguien que requiere tratamiento a menos de que su salud esté en peligro. No es la teoría médica la que deba diagnosticar y ‘mover’ a esta persona hacia alguna parte. Cada quien decidirá y vivirá como crea”.
Brigitte también cuestiona el argumento de que las relaciones homosexuales no son naturales. “En todas las especies existe la homosexualidad”. A su modo de ver, es “antinatural” construir una mina de carbón a cielo abierto sin las debidas consideraciones ambientales. “¿Pero ‘antinatural’ un comportamiento sexual? No hay parámetros para juzgarlo”.
Tampoco comparte la afirmación de que “Dios los hizo hombre y mujer” esgrimida para rechazar a las personas transgeneristas. Aunque no es creyente, Brigitte explica que en escuelas teológicas donde se manejan interpretaciones menos literales de la Biblia, la creación de Dios es un espacio que quedó abierto a las decisiones de los humanos para que continuaran con su labor.
“De esta manera, cualquier noción de estabilidad asociada a la creación desaparece porque es nuestra responsabilidad llevarla adelante. Entonces si al principio Dios los creó hombre y mujer, no significa que los hizo fijos y para siempre de esta manera porque eso sería una condena”.
Para ella, parte de la libertad de elección que debe respetarse e incluso promoverse, es la de pasar de un género a otro. Esa noción de que la diversidad sexual y de género es “algo malo” se lo atribuye a discursos religiosos simplistas, politizados y utilizados como herramientas para generar miedo y control social.
Brigitte cree que, pese a ser una categoría determinante de la personalidad que se desarrolla muy pronto, la identidad de género tiende a ser muy rígida: si una persona tiene vagina es y debe comportarse como lo que socialmente se considera es una mujer y si tiene pene, es y debe comportarse como un hombre.
“Y cambiar esas estructuras causa temor. A la gente, además, le aterroriza que esa identidad pueda ser maleable, como en efecto creo que es”.
Según Brigitte, sería ideal liberar a la sociedad de lineamientos tan rígidos como que los hombres deban ser de tal manera y las mujeres de tal otra: “el objetivo debe ser destruir la división de roles y tareas. Mi anatomía no debe conducirme a ninguna clase de posición, ni privilegiada ni sometida, dentro del orden social”.

¿Nacer en el cuerpo equivocado? 

Brigitte no se siente cómoda cuando la gente afirma que las personas transgeneristas “nacieron en el cuerpo equivocado o “están atrapadas en un cuerpo que no les corresponde”. Esas sentencias no le gustan y no las usa, aunque entiende por qué hay quienes las validan.
“Cuando muy temprano en la vida uno empieza a expresarse de una manera distinta a la esperada por la sociedad, encuentra resistencia. Se cree, entonces, que el problema es el cuerpo pero en realidad es la disciplina que a éste se le impone: los distintos patrones de vestir, de actividad física y de acceso a espacios según se es hombre o mujer”.
A los cuatro años una persona sabe que quiere ser una niña y no un niño por el contraste que encuentra entre unos y otras. “Tengo amigas de cinco años que las visten como niños y ellas no quieren eso, dicen que les gustaría ser niñas. ¿Y cuál es el referente para afirmarlo? Las princesas que ven en cuentos, disfraces y medios de comunicación”.
A pesar de que Brigitte pertenece a una familia muy liberal, desde muy temprano supo que de vivir en femenino -lo que quería hacer- lastimaría a sus seres queridos. “Es un conflicto infinito que conduce a que una persona empiece a ponerse la ropa de su hermana a escondidas o a intentar vivir su feminidad como pueda y a que en el colegio y en todas partes encuentre barreras para hacerlo”.
Todas las personas deberían poder escoger el género con el que se identifican para que su cuerpo tenga un desarrollo acorde con lo que desean. “La vagina y el pene no deberían ser utilizados como elementos tan marcados de identidad. ¿Por qué temerle a que la gente decida su propio desarrollo?”.
La cédula de ciudadanía, explica, no tiene por qué definir si una persona es hombre o mujer: ante la ley todos somos iguales. “En términos de derechos y deberes, ¿qué le añade o le quita a una persona el hecho de ser hombre o mujer? No se necesita una categoría (masculina o femenina) para saber que una persona requiere atención médica”.
Desde kínder, señala, niños y niñas empiezan a recibir su cartilla de sexismo y discriminación: “éste es más o menos niño que el otro o ésta es más o menos niña que aquella, en vez de construir una sociedad donde lo anatómico no tenga valor. Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, un invento de la publicidad, estamos jodidos de nacimiento”.
Sin embargo, está segura que de proponer una educación sin estas diferencias, la quemarían en la hoguera. “En el colegio donde estudian mis hijas, que es muy liberal, niños y niñas se visten distinto y no pueden escoger cuál uniforme prefieren. Un niño, por ejemplo, no puede ir con jardinera”.

Se ha avanzado pero falta…

No obstante, sabe que si compara la sociedad actual con la de 12 años atrás cuando inició su tránsito de masculino a femenino, está más abierta a abordar estos temas. Siente que se avanza por el camino del reconocimiento a la diferencia pero que aún es muy pronto para saber si se trata de un cambio profundo.
“Como en muchas otras cosas, somos muy hipócritas. Creo que simplemente estamos en un momento particular en el cual decimos: ‘está bien, haga lo que quiera por ahora, mientras se restablece el orden natural’. No hemos llegado a un momento político de consolidación de la libertad de género”.
Para que eso se logre, sabe que los medios de comunicación resultan definitivos, pero que en muchos casos lo único que hacen es reforzar estereotipos. Brigitte ha sido registrada como: “Un hombre llamado Brigitte”, “El profesor de la Javeriana que se viste de mujer”, “Brigitte: todo un barón… Von Humboldt” o “El hombre que se volvió mujer”.
“He hecho muchas entrevistas y no me siento contenta con la mayoría. Aún en los medios más serios cuesta trabajo que se respete la diversidad sexual y de género porque siempre el editor titula para vender”.
Para ella, los medios de comunicación tienden a ser simplistas y a dejarse atrapar fácilmente por estereotipos. “Esto facilita sus operaciones de mercado. A menos de que se trate de medios realmente independientes y con criterio, siempre van en búsqueda del lado amarillista y sensacionalista de la historia”.
Algunos medios han optado por empezar sus artículos sobre mujeres transgeneristas con descripciones físicas que resalten sus características “masculinas”: “a pesar de su espalda ancha y voz gruesa, se define como mujer”.
Brigitte se pregunta: “¿Y describen a un político de la siguiente manera: ‘a pesar de ser bajito, gordo o calvo es un experto en movilidad’? ¡Nunca! Hay ciertas personas a las que, de plano, el juicio comienza por lo anatómico”.
En el ámbito jurídico, Brigitte no es muy amiga de pelear en este momento por una ley de identidad de género que permita que la cédula de ciudadanía de las personas trans lleve el nombre y el sexo de su elección y que el Estado cobije los tratamientos médicos necesarios para que sus cuerpos coincidan con su identidad.
“Soy muy escéptica de que las leyes produzcan los cambios. Éstas tienden más bien a formalizar los espacios que se han construido o se han ido legitimando. Hay leyes que son fundamentales para limitar la discriminación, pero en este momento una ley de identidad de género puede generar resistencias más marcadas a unas demandas que la sociedad todavía no entiende”.

No unos, ¡todos los derechos!

El paso a seguir, propone Brigitte, es luchar para garantizar los derechos humanos y fundamentales de todos los colombianos y no solamente los de la población trans. “De esta manera, llegará el momento en que podamos acceder a aquellos que requerimos de manera diferencial”.
La medicina y los sistemas de salud, por ejemplo, deberían ser capaces de entender la construcción de género como un ejercicio del desarrollo de la libre personalidad y no como una decisión caprichosa.
Brigitte cree que referirse a sectores o población LGBT es positivo en la medida en que se gana visibilidad, pero que esto genera discriminación entre estas mismas personas: “yo soy más o menos lesbiana o más gay y tengo más o menos derechos”.
“Debido a que aún somos minorías vulnerables y con poca atención por parte del Estado, agruparse en LGBT termina por generar disputas internas. En vez de dispersar la atención en ‘yo tengo derechos particulares’, requerimos acciones más profundas para fortalecer las agendas de derechos humanos, de acceso a la salud y a la educación de manera equitativa”.
“No necesitamos una ley de identidad de género para que los niños en las escuelas sean respetados. Lo que necesitamos es garantizar que todo el mundo tenga derecho a una educación libre y al respeto a su personalidad. Si concentramos la lucha en el derecho a la cirugía, estamos perdiendo el panorama de nuestra posición en la sociedad”.
Brigitte sabe que en los diferentes ámbitos de la vida hay limitaciones a la hora de tomar elecciones. “La sociedad es tremendamente rígida y especialmente en todo lo que tiene que ver con la ‘movilidad’ de las personas”.
“Cuando alguien se afirma en un dogma, sacrifica un margen de libertad. Aquellas personas que nos sentimos incómodas con cualquier dogma, vivimos en la incertidumbre. De cierta manera pagamos este precio porque no reconocemos un patrón, una sola manera de hacer las cosas y todo el tiempo cuestionamos”.
*Editora de Sentiido.

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