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miércoles, 28 de agosto de 2013

"No hay tercer sexo; o niños o niñas"


Hermafroditas. Intersexuales. Ahora, pertenecientes a una entidad difusa que se ha denominado como ‘tercer sexo’. Con la aprobación de una ley en Alemania que permitirá a partir de noviembre a los padres de niños nacidos con ADS (Anomalías del Desarrollo Sexual o, en inglés, DSD, Disorders of Sexual Develovpment) dejar en blanco en el Registro la casilla correspondiente al sexo, estas personas han vuelto a saltar a primera plana. Aunque no siempre se hable de ellas con exactitud: “No existe un tercer sexo ni mucho menos. Eso supone definir a alguien a través de sus genitales y una persona es mucho más”, sostiene el psicólogo Gabriel J. Martín, especialista en el tema. Entre otras cosas, porque cuenta con su experiencia: él mismo nació con ADS.
El ADS engloba un conjunto de anomalías derivadas de condiciones congénitas que determinan que el sexo cromosómico, gonadal (ovarios y testículos) o anatómico sea atípico. Hay bebés que nacen con cromosomas de mujer, ovarios de mujer y genitales externos de apariencia masculina. Otros tienen cromosomas masculinos, pero genitales ambiguos. Algunos, ovotestículos, o un ovario y un testículo, o alteraciones en sus niveles de hormonas sexuales. Existen muchísimos tipos de ADS, y según se consideren sólo los más extremos o todos ellos, se apunta a que afectan a entre un 0,018 o un 1% de la población. Si se traslada el porcentaje a la sociedad española, daría como resultado unas 8.400 personas, en el mejor de los supuestos.
Gabriel  J. Martín 

Gabriel  J. Martín nació hace 42 años con una mutación del gen NR5A1. Entonces se llamó Patricia, aunque cambiar ese detalle, dice, “ha sido el menor de los problemas”. Sus genitales tenían apariencia femenina, contaba con testículos en las ingles y una posición de la uretra anómala. Y vivió durante mucho tiempo “con un estigma sobre mí mismo. Con el peso de la vergüenza de ser algo que debía esconderse, de lo que no debía hablarse. Fui criado en una ciudad de Cádiz, con unos padres que no supieron afrontar su situación y con la presión de ser siempre el centro de los comentarios”.
Una identidad definida
Habla Martín de una carga de desconocimiento, de morbo, de tergiversaciones, pero, afortunadamente, la situación ha cambiado. Este tipo de afecciones se conoce más, y hoy existen pruebas -análisis cromosómico, de perfil hormonal, de funcionalidad de las gónadas, a cargo de la Seguridad Social- que permiten asignar una identidad sexual al niño, “aunque de forma provisional, porque siempre cabe la posibilidad de que algún día les diga a sus padres: os habéis equivocado”. Puede que el resultado no sea concluyente, pero a menudo ayuda a decidir: en una revisión de los casos de ‘intersexualidad’ publicados en la literatura médica entre 1950 y 2000, la bióloga estadounidense Anne Fausto-Sterling determinó que en un 85% de los casos las personas estaban a gusto en el sexo que les habían ‘elegido’.
Aun más: todos ellos se sentían de un sexo u otro. Niños o niñas; hombres o mujeres, más allá de sus órganos genitales. “El sexo, en el fondo, está en el cerebro, no en ellos”, cuenta Martín, que recomienda criarlos con un sexo determinado, aunque sea provisional. Cita un documento, elConsensus Statement on Management of Intersex Disorders, publicado por la Academia Americana de Pediatría, que establece un protocolo claro: todas las actuaciones médicas, incluidas las operaciones, deben garantizar la vida del bebé (dada la conexión entre el sistema urinario y el genital); la funcionalidad de este último y la calidad de vida futura (lo que incluye la sexualidad). En cuanto a la estética, se debe dejar que el afectado decida en la vida adulta.  
Cambios en el registro
También está cambiando la percepción social, y asociaciones como Grapsia, de personas afectadas por uno de los ADS más comunes, el Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, ofrecen información, foros y apoyo a las familias. E iniciativas como la alemana, en opinión de Martín, “son positivassiempre que haya una pedagogía detrás. La legislación pone encima de la mesa esta situación, y eso contribuye a dejar atrás la ignorancia”.
Sin embargo, matiza, el hecho de que en el carné pueda poner ‘hombre’, ‘mujer’ o ‘indefinido’ puede estigmatizar, si antes no se explica qué es la ‘intersexualidad’. “Si con 6 años le preguntan a un niño, ‘¿tú qué eres, niño o niña?’, ¿cómo va a explicar eso de ‘no, yo soy indeterminado’?
En Australia, por sentencia de un tribunal este año, ya se reconocía la existencia de un sexo neutro. En Tailandia, India y Bangladesh, a  través de la tradición de los kathoey y los hijra, se reconocía el ‘tercer sexo’, aunque muchos de ellos son mujeres transexuales. En España, con la ley de identidad de género, cualquiera puede cambiar su nombre y sexo sin procedimiento judicial. Y con las leyes franquistas también era posible: Martín lo hizo con 21 años, sin problemas, porque la normativa del Registro, de los 50, admitía que los médicos podían cometer errores en la identificación del sexo del bebé y permitía la rectificación de este dato. Hace 21 años dejó de ser Patricia y se convirtió en Gabriel José. Y, hoy, otros tantos años después, ha dejado atrás la vergüenza: “Ninguna parte de mi biografía me hace sentir incómodo… ya”, sonríe.

http://www.elconfidencial.com/sociedad/2013-08-25/no-hay-tercer-sexo-o-ninos-o-ninas_20781/

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