En el último mes ha aumentado el número de prostitutas que ejercen la profesión más antigua del mundo en la céntrica calle Montera de Madrid. Muchas lo hacen obligadas, pero “la mayoría, libremente”, según las asociaciones que defienden sus derechos. Es una manera rápida y ‘fácil’ de obtener ingresos y, dada la complicada situación económica y laboral que vive gran parte de la población, la única manera de ganarse la vida para muchas personas.
Las menos, acaban de iniciarse en este mundo. Las más, llevan media vida de oficio; de un oficio duro, inseguro, sin hora de entrada ni de salida y sin derechos laborales ni sanitarios. Mónica Martín es una transexual de 47 años que ejerce la prostitución desde hace 26. Vocal del área de trabajadoras del sexo de Transexualia, asociación que reivindica sus derechos, ha contado a El Confidencial por qué eligió este oficio y por qué sigue ejerciéndolo.
Para ella, al día le faltan horas. De noche vende su cuerpo, y por las tardes tiene otro trabajo para poder acogerse a los derechos que no le corresponden como prostituta. “Soy trabajadora del sexo porque en los años 80, la marginación que padecí como mujer transexual me empujó a hacerlo, pero hoy día sigo porque en las empresas he padecido más humillaciones y vejaciones, con contratos basura, y se me ha explotado laboralmente”.
Es ‘autónoma’ en esta rama laboral por la imposibilidad de negociación con los empresarios del sexo. Se queja de que “en los pisos y clubs son ellos únicamente quienes ponen las condiciones y no hay nadie que vigile la situación sanitaria y empresarial” y pide la posibilidad de “cotizar como cualquier trabajador”. Asegura que le “encantaría cumplir con mis obligaciones tributarias si pudiera recibir unos servicios, pero como no se reconoce mi trabajo, tengo que ahorrar como una hormiguita para asegurarme mi ‘jubilación’”. Opina que “el Gobierno tiene un doble discurso moral. Si defiendes los derechos de las mujeres, tendrás que defenderlos en todos lados”.
Más trabajadores y trabajadoras del sexo
En similar situación se encuentran los trabajadores masculinos. Desde el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid COGAM también cuentan a este medio que “últimamente ha aumentado la demanda de nuestros servicios hacia el trabajo del sexo, no sabemos si debido a la crisis o a que nuestros servicios son más conocidos”. La mayoría sus usuarios son extranjeros, “principalmente latinoamericanos”, explica.
En el caso de los mujeres, la actividad también ha aumentado, como muestra el ejemplo de la calle Montera. La psicóloga y portavoz del colectivo de defensa de los derechos de las prostitutas HETARIA Cristina Garizabal ha contado a este medio que “aunque el número de trabajadoras del sexo ha ido variando mucho en esta zona histórica, hemos constatado un aumento de prostitutas en el último mes”.
Las cámaras instaladas ahora hace un año en la zona por el alcalde Alberto Ruiz Gallardón no han conseguido eliminar la existencia de prostitutas ni frenar la afluencia de clientes. Ni la grabación en vídeo de estos contactos ni la comisaría de la policía municipal de esta vía han logrado erradicar “la problemática de la prostitución en la calle”.
“La comisaría provoca que las trabajadoras del sexo acaben en manos de ‘protectores’; gente que dice vigilarlas avisándolas si viene la policía, y los agentes, de tanto en tanto, de manera arbitraria y no se sabe por qué, hacen campañas de persecución pidiéndoles los papeles. Si están sin papeles, les dicen que si no lo arreglan van a ser expulsadas, y si los tienen en orden, les toman nota y les dicen que tendrán en cuenta su oficio cuando se los vayan a renovar”, explica. “La presión que ejercen sobre ellas y sobre los clientes no es la solución, porque la prostitución no es un delito. La solución está en que se les deje trabajar en una zona regulada y en condiciones”.
Jubilación anticipada
Para las trabajadoras del sexo no hay sanciones ni despidos. Simplemente, una puerta de salida. Quienes la escogen pueden beneficiarse de las ‘ayudas a la reinserción’ que ofrecen algunas asociaciones, como APRAMP. Pero según la responsable Rocío Mora, “el 90% de las 280 mujeres que atendemos, son víctimas de trata de blancas”. Ella cree que “las únicas que eligen son las de alto standing”.
La opinión de Garizabal es totalmente la inversa. Asegura son muy pocas las que, ejerciendo libremente el trabajo del sexo, desean abandonar esta no reconocida actividad porque necesitan el dinero para vivir.
Ellas “no quieren abandonar la profesión; la profesión las ha abandonado a ellas, bien por su avanzada edad y porque no tienen clientes como antes...”. Considera que “Las prostitutas mayores que han pasado toda la vida trabajando, merecen que se contemplen sus derechos como al resto”, pero el Congreso de los Diputados no tiene pensado regularizar el asunto. Hace dos años sentenció que “la prostitución no es un trabajo” sino una “explotación sexual, aunque exista consentimiento de la víctima”.
1 comentario:
Dejemos de usar la expresión "la profesión más antigua del mundo", es una vergüenza que se refiera nadie a la mujer en esos términos...
Además, si como tal profesión, que no es gratuita, alguien la ejerce es porque antes y previamente, otro alguien ha conseguido el importe para pagar el servicio, importe que habrá salido de otro negocio, así pues ya no es la primera profesión, sería mínimo la tercera...
Mientra haya hombres habrá prostitución.
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