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viernes, 12 de junio de 2009

Transexual, madre de dos hijos

Jana Quintanilla
Siempre me sentí mujer. Pero callaba. En una familia de la sociedad rural leonesa de los años sesenta, no había disyuntiva. Era la mayor de siete hermanos y asumí sin rechistar las tareas designadas al primogénito. En la adolescencia, mi sentimiento de mujer se acrecentó. Me probaba a escondidas la ropa de mis hermanas.
Luego llegaron las primeras relaciones y seguí los patrones masculinos sin llegar nunca a encajar en ellos. Era desazonador. Ni siquiera sabía si era gay o transexual. Pero me casé. Quizá por miedo a la soledad y al rechazo, por la necesidad de amar y de sentirme querida o para desmentirme a mí misma.
Todo parecía transcurrir bien hasta que nació mi segundo hijo. Caí en picado. Mi instinto maternal era muy intenso. ¡Ojalá la naturaleza me hubiese dotado para parir y amamantar a mis niños! Y por primera vez, permití expresarse a la mujer que soy. Mi esposa fue un apoyo fundamental, pero no soportó la idea de seguir casada con otra mujer. Mi divorcio coincidió con la Ley de Identidad de Género y pude registrar mi DNI como mujer.
En los trámites de divorcio, insistí a la jueza para que respetase mi identidad femenina, pero sólo conseguí una anotación junto a mi firma que decía: “Conocido como Jana”. Habría querido que se me concediese la custodia como madre. No pudo ser. Pero es más que suficiente que mis hijos estén cerca y me apoyen. Si algo no ha cambiado, es lo mucho que nos queremos”.

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