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miércoles, 17 de septiembre de 2008

La memoria del PP y de la Iglesia



La memoria es un encuentro del tiempo y el corazón. En esa intimidad, el hombre proyecta su historia oscura o lúcida para crear un futuro limpio. España parió el año pasado la Ley de Memoria Histórica, para tratar de coincidir la redención de un ayer doloroso, con un hoy y un mañana en paz y libertad, por el que tantos y tanto hemos luchado. El PP se opuso y se opone por oscuros motivos. Hablan los populares de heridas reabiertas, sin querer aceptar que cuando éstas no se cierran bien, se producen cicatrices muy dolorosas. Pero lo cierto es que el PP no quiere condenar el franquismo, ni el infame golpe militar del 36, porque sabe que muchos de los suyos tendrían que renunciar a su propio pasado. Y eso escuece, y mucho, en las filas del PP.
Por su parte, la Iglesia Católica va, como siempre, al margen de la historia, y ha beatificado a 498 mártires del llamado 'bando nacional' y los ha convertido en testimonios de reconciliación. Parece que los obispos españoles le asignan a Dios una memoria selectiva, y quieren que sólo se acuerde de los que ellos llaman 'los buenos'. Pero ese no es el verdadero Dios, porque en ese pequeño Dios no caben todos los que sufrieron una muerte indigna por las cunetas españolas. Y Dios no es así. Dios no confunde la sangre roja con la sangre azul, y azules son los mártires encumbrados a la gloria celestial por la Iglesia y para quienes el PP tiene un recuerdo emocionado. A los otros, a los que la derecha y la Iglesia llamaron 'rojos', a los que murieron por la legalidad histórica, a los que no quisieron ser cómplices de cuarenta años de dictadura, a esos no los recuerda el Dios de los obispos y del PP, un Dios falso, moreno de tanto estar cara al sol, y a quien rezaron por la salud del general Francisco Franco, que además de golpista también fue Caudillo de España por la gracia de ese falso Dios, no del verdadero. Obispos que defendieron el golpe, Iglesia que arropó el golpe y paseó bajo palio al dictador, cruzada santa donde algunos caían por Dios y por España, mientras otros se desparramaban porque Dios y el régimen los escupían de su propia tierra.
Según Martínez Camino, asturiano, jesuita, arzobispo y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, esos 498 mártires reconcilian a los españoles. Según Rajoy, presidente del PP, los demás muertos reabren heridas. Alguien les descerrajó un tiro en el pecho hace muchos años. Y ahora, la Iglesia y el PP quieren darles el tiro de gracia. Para algunos aún no han terminado los festejos por 'su' victoria, y proclaman mártires, y hasta santos, a 'los suyos'. ¿Por qué no proclamar testigos laicos a los otros? Pero a pesar de lo que crean la Iglesia y la derecha, España nunca será España si no bebe el cáliz de la sangre, pero de la sangre derramada por todos, como redención de nuestra historia. La Ley de Memoria Histórica asume la muerte de todos. ¿Por qué la Iglesia y el PP no asumen todas las muertes? La Guerra Civil fue, como todas, una guerra fratricida, y todos deberíamos sentir vergüenza de que hayan sucedido cosas así en nuestro país. Pero parece que no, que algunos no sienten vergüenza, porque hoy, en pleno siglo XXI, la Iglesia y la derecha siguen sin redimir su conciencia. Y deberían hacerlo. Y después de esa redención, todos los españoles, todos, con independencia de ideologías políticas o creencias religiosas, deberíamos ofrendar un futuro de vida, de libertad, y de convivencia en paz para todos y para siempre. O como diría el verdadero Dios, 'per seculam seculorum, amén'. Pues eso, amén.

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