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martes, 26 de enero de 2010

En el cuerpo equivocado


Cynthia les hacía pelucas a los Action Man que insistían en regalarle. Para Jero y Jony suponía un trauma ponerse vestidos. Nacieron con un género que no les correspondía y, al contrario que las generaciones anteriores, no han tenido que esperar a superar la adolescencia para asumir un nuevo nombre y una nueva identidad. Tampoco tendrán que huir de sus lugares de origen: cuentan con el apoyo de sus familias. 2010 está llamado a ser el año de la visibilidad ‘trans’.

El objetivo de 2010

Un año en el que alcanzar el pleno derecho de las personas transexuales

'Un año para TRANSformar'. Es el lema de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), que se plantea 2010 como el año en el que trabajar por la integración laboral, la educación y la salud del colectivo transexual. Uno de los objetivos es batallar para que en todas las comunidades se asuman los tratamientos transexualizadores, incluidas las cirugías de reasignación sexual. Ahora la Seguridad Social sólo lo cubre en Andalucía, Asturias, Cataluña, Madrid y el País Vasco, y próximamente lo hará Canarias. También se quiere acabar con la poca presencia de este colectivo en el mundo laboral: más de un 70 % de mujeres transexuales no dispone de empleo. Sin olvidar que la desinformación, los estereotipos o la estigmatización que sufren las personas transexuales-sobre todo las mujeres- es un lastre que dificulta su normalización y plena integración en la sociedad.

"Me hicieron sentir como un bicho raro"

"Cuando no había nadie en casa, de pequeña, me vestía a escondidas con ropa de mi hermana; y a los Action Man que me regalaban les ponía pelo con lanas". Más tarde vendría la melena, el maquillaje, y una imagen un poco andrógina. Cynthia Estruch cumplió los 17 en junio y con el dinero que le dieron se compró ropa de chica. Ahí pegó el cambio y pasó a ser lo que sentía: una chica.
"Antes iba de muchacho, tenía un poco de pluma. Siempre pensaba que cuando cumpliera los 18 me iría del pueblo [Oliva, en Valencia] para poder ser realmente lo que yo era. Allí se me juzga mucho", confiesa. No hizo falta llegar a la mayoría de edad. A los 16 años se fue sola al médico, quien le diagnosticó disforia de género -la ansiedad que genera vivir con un sexo que no se siente como propio-, para empezar luego el proceso de hormonación. Al saberlo, "mi madre se lo tomó mal", aun- que tanto ella como el resto de la familia le dan todo su apoyo.
"Al principio me costó bastante asumirlo, no imaginaba lo que le pasaba. Pero es mi hija y estaré a su lado en todo", admite Elvira Llopis, la madre. Fue complicado dejar el nombre de chico, que "a veces aún se me escapa", para empezar a llamarla Cynthia. "De pequeña jugaba con muñecas, siempre dibujaba niñas, y yo me acostumbré a eso. No veía nada más", comenta Elvira. "No tenía ninguna información sobre personas transexuales, no sabía como desenvolverme", añade. Así que habló con la psicóloga del colegio y le allanó el camino a su hija para que el presentarse como chica en el centro escolar no fuera traumático.
Si la familia lo digirió rápido, no está siendo igual de fácil con el entorno. "Me han dicho de todo: travesti, que quiero ser chica porque de chico no ligaba y otras tantas tonterías... Mucha gente me aisló, me hicieron sentir como un bicho raro", admite la joven. Todo esto la llevó a fracasar en el colegio y a pasar por "durísimos bajones". "Estaba tan reprimida", lamenta Cynthia.
"Yo noto que la gente la mira, que los vecinos esperan a que salga para asomarse y burlarse de ella. Y a veces le piden el carné de identidad [donde consta su antiguo nombre] y dicen que no es ella. Todo esto me da tantísima rabia", recalca su madre. Desde julio se está hormonando y sus facciones masculinas se están empezando a limar. "Que confluya mi mente con mi cuerpo ha subido muchísimo mi autoestima. Estoy más segura de mí misma", dice, convencida. Ahora Cynthia estudia administración, y quiere sacarse el graduado para acceder a un módulo de diseño gráfico o moda.

Poder operarse

El próximo objetivo es pasar por el quirófano para ser una chica de arriba a abajo. Pero en la Comunidad Valenciana la sanidad pública no asume el coste de la operación, y ni Cynthia ni su familia pueden asumirla. "No quiero ir por la vida diciendo que soy transexual".
En el caso de los menores es un juez quien debe autorizarla operación de cambio de sexo. Algo que para Cynthia no tiene mucho sentido: "El juez no es nadie, sólo marea la perdiz. Debería ser necesario un informe que recogiera la disforia y la autorización de los padres para poder pasar por el quirófano", concluye.

JERO FERNÁNDEZ

"De pequeño decía que de mayor quería ser un chico"

Ni veterinaria, ni bailarina, ni maestra. "Cuando me preguntaban, de pequeño decía que de mayor quería ser un chico". Jero Fernández, toledano de 1 años, tenía clara su identidad desde que tuvo "uso de razón". Por eso a su familia no le sorprendió cuando a los 5 años -tras haber tenido que oír como le llamaban "marimacho o lesbiana"- habló con ellos y les planteó la situación: quería empezar a vivir como un chico. Todos le apoyaron.
"Mi hermana fue la primera persona a quien se lo dije. Le conté que me gustaban las chicas y en otra conversación ya le dije que me sentía un chico. No le sorprendió, siempre me había visto así", recuerda Jero. Después de eso vinieron más charlas con sus padres, quienes "nunca me han impedido ser quien soy", a pesar del conflicto que suponía cuando de pequeño "no quería salir ala calle con ropa de niña".
Aunque el de Jero no ha sido un camino de rosas -"En el instituto fue un martirio"-, él prefiere quedarse con los pasos que ha dado. "Estoy orgulloso de lo que he conseguido. He hecho las cosas cuando tenía que hacerlas. Me hubiera encantado dar el paso antes, pero si todo se hace a su tiempo, sale mejor", sentencia.
Cuando empezó el bachillerato en la Escuela de Arte ya lo hizo presentándose como Jero, dejando para el pasado su nombre de chica. ¿Y por qué llamarse Jero? "No es un nombre común, y además me gustaba mucho el personaje que lo llevaba en la serie Al salir de clase", cuenta.
Ahora hace tres años que se hormona, algo que deberá hacer de por vida, y que ya ha modificado su cuerpo: "Estoy bastante más masculino; tengo los hombros más anchos, la voz más grave y mucho más pelo". De momento se ha operado el pecho, "una liberación"-, y está pendiente de un retoque en los senos y una limpieza de útero, pero no prevé una intervención en los genitales: "No hay una operación buena para pasar de chica a chico; prefiero no arriesgarme".

JONY SUÁREZ

"No se trata de lo que te sientes, sino de lo que eres"

"Fue mi madre la que le puso nombre a lo que me pasaba". Jony Suárez tiene 20 años y hace algo más de tres que decidió que "ya no aguantaba más". Ella, Mayte de Blas, ahora muy activa en asociaciones de padres y madres de gays, lesbianas y transexuales, "lo sabía desde siempre. El día que me explicó lo que me pasaba me quitó un peso de encima enorme", confiesa.
Fue un alivio que terminó con una dura etapa de encierro: "Callaba, no quería decir nada, sabía que había algo en mí que no era habitual". Sólo se relacionaba con gente que le conocía poco, y que a menudo ni sabía que él nació niña, y huía a ligar con chicas lejos de su casa de Oviedo. "Nunca he visto una mirada de odio o reparo hacia mí", asegura, ni en el instituto, cuando en segundo de bachillerato constó por primera vez en las listas como Jony -nombre que tomó de "un niño con el que hacía lucha libre y era muy bueno"-. Él siempre vistió y actuó como un chico, y hacía actividades extraescolares rodeado sólo de chavales. "No se trata de lo que te sientes, sino de lo que eres".
El proceso de hormonación lo empezó un mes antes de cumplir los 18, y un tiempo después se hizo la mastectomía. Para operarse de todo el cuerpo prefiere esperar hasta que la intervención sea 100 % segura, algo que no le ha creado "ningún problema para encontrar pareja". Ahora está en un proceso de selección en Girona para ser azafato de vuelo, y confía en que su condición no le cierre ninguna puerta.

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