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lunes, 25 de enero de 2010

Sandra sigue esperando

La primera transexual albaceteña que pidió una operación de cambio de sexo denuncia el abandono de la Junta a pesar de las promesas de hace dos años

Han pasado dos años desde que Sandra (su nombre ficticio), la primera transexual albaceteña que pidió formalmente cambiar de sexo a la administración, formalizara su petición, y poco ha avanzado para conseguir su objetivo pese a los compromisos de la Junta.
Su aspecto físico sí que ha ido evolucionando en este tiempo gracias a que los tratamientos con hormonas le han permitido suavizar los rasgos de su cara, que le creciera un poco el pecho y que el vello corporal se hiciera más débil. Lo que sí ha conseguido es que la Seguridad Social le cubra el psicólogo y el endocrino para favorecer este cambio de aspecto físico.
Pero lejos le queda su cambio completo de hombre a mujer que sólo conseguiría mediante una operación de cambio de sexo que el entonces consejero de Sanidad, Roberto Sabrido, se comprometió a sufragar, eso sí, en Madrid porque en Castilla-La Mancha no se realizan este tipo de intervenciones. De hecho, su endocrina le derivó hace tres meses a la Comunidad de Madrid para que, una vez que el tratamiento hormonal previo ya ha tenido sus efectos, pueda iniciar el proceso de cambio de sexo.
Pero se encontró con la desagradable sorpresa de que en atención al paciente le aseguraron que para que la Comunidad de Madrid lo admitiera debería estar empadronado al menos cinco años allí pero han pasado ya tres meses y no ha obtenido respuesta alguna.
Fue entonces cuando su mundo se vino abajo tras mucho tiempo de espera. Admite estar «desesperada» porque no ve salida a la situación en la que se encuentra, encerrada todavía en un cuerpo de hombre, pese a los visibles cambios físicos. «Sanidad me dijo que no tenían problemas para pagar la operación, pero no tengo respuestas por ninguna parte», asegura.
Cambio físico

No obstante, reconoce que ese cambio físico le ha permitido ir tranquila por la calle «porque ya tengo aspecto de mujer», explica. Pero este tiempo no ha sido un camino de rosas. «Ha sido una lucha diaria -reconoce-, primero con tu familia y luego con el entorno». Pero a Sandra no le ha faltado el apoyo de sus padres, «y mientras me apoyen ellos, las demás personas me dan igual».
El primer paso que tuvo que dar fue ir al médico de cabecera para que le derivara al psicólogo. Además, se tuvo que someter a exámenes psiquiátricos «para descartar que tuviera algún tipo de brote de esquizofrenia». Una vez que supera todos los exámenes, llegó el turno del endocrino con el que inició el tratamiento hormonal reglado.
Otra losa que pesa sobre Sandra. En su DNI todavía figura el nombre que sus padres le pusieron al nacer, Pedro, porque deben pasar dos años desde que inició el tratamiento hormonal supervisado por los médicos para que legalmente pueda cambiar su nombre.
Y ese hecho pesa como una losa porque quiere terminar los dos cursos que le quedan de la ESO «pero no quiero ir a clase y que cuando pasen lista tenga un nombre masculino y un aspecto femenino». También eso le ha cerrado todo tipo de puertas laborales. «Por más que he buscado trabajo, nadie quiere contratarme», asegura al tiempo que recuerda que antes de cambiar su aspecto físico no tuvo problemas para encontrar un empleo.
Lamenta el «abandono» al que Castilla-La Mancha somete a los transexuales y lo hace con ejemplos como que la Comunidad Valenciana tampoco hace vaginoplastias «pero sí que operan el pecho». No entiende porqué hay comunidades en las que se pueden operar del pecho o cambiar el aspecto de una nariz muy masculina «y en Albacete no lo hacemos cuando hay cirujanos que lo podrían hacer». «No puede ser que en Castilla-La Mancha no haya una unidad de trastornos de identidad de género», se lamenta. Dice que en Castilla y León tampoco realizan operaciones de cambio de sexo, pero sí que cuentan con una unidad específica para atender con especialistas los problemas de los transexuales, «mientras que aquí hay cosas que están en el Perpetuo Socorro, otras en el Hospital General y todo está mal organizado». En el caso de no obtener respuesta le quedan dos soluciones «ir a Málaga con una lista de espera, o que me toque la lotería». Y es que una vaginoplastia en un centro privado tiene un coste de entre 20.000 y 25.000 euros «pero a eso le tienes que sumar las curas, los tratamientos y los desplazamientos, y yo no tengo los 30.000 euros que harían falta», reconoce.
En toda España ya hay al menos siete comunidades que sí asumen las operaciones de cambio de sexo, Madrid, Andalucía, Cataluña, País Vasco, Baleares y Extremadura.

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