Esta profesora vitoriana se sometió a un cambio de sexo en Tailandia cuatro meses antes de que la operación llegara a Osakidetza
Ainara R. Transexual y miembra del colectivo Errespetuz
Tailandia fue el destino elegido por Ainara R. para sus últimas vacaciones de verano. Allí le esperaba una habitación de hotel y una cita con «uno de los cirujanos más prestigiosos» del país para someterse a la última fase de su cambio de sexo, de hombre a mujer. Sólo dos años antes, con 39, había aceptado su transexualidad y había decidido adentrarse en un «proceso duro pero muy satisfactorio» con el objetivo de convertirse en la persona que tanto tiempo «oculté». Ahora, esta profesora vitoriana, miembro del colectivo Errespetuz, al que también pertenece la paciente intervenida el pasado día 7 en el hospital vizcaíno de Cruces, reconoce que «he empezado a vivir».
- Su intervención se produjo apenas cuatro meses antes de que la Sanidad pública vasca se estrenara en este tipo de operaciones. ¿No confiaba en que pudiera hacerse cargo de ella en un futuro cercano?
- Su intervención se produjo apenas cuatro meses antes de que la Sanidad pública vasca se estrenara en este tipo de operaciones. ¿No confiaba en que pudiera hacerse cargo de ella en un futuro cercano?
- Cuando yo contraté mi cirugía, a principios de año, se acababa de inaugurar la Unidad de Atención a Transexuales de Cruces y ni imaginaba que Osakidetza fuera a realizar cambios de sexo. Y éste es un asunto que no se puede ir alargando porque supone alargar nuestro sufrimiento.
- En cualquier caso, se trata de una iniciativa pionera en el país.
- Sí, y se supone que va a seguir adelante aunque nuestro temor es que esa primera operación se quede en algo puntual, en una intervención suelta que había que hacer antes de que acabara 2009 y nada más.
- Usted se decantó por una clínica privada de Tailandia, pese a que en España existen centros donde podría haber ingresado. ¿Qué le empujó a ir al extranjero?
- Por un lado, que los cirujanos más punteros en la materia se encuentran allí y yo pude operarme con uno de los más prestigiosos. Y por otro, el precio, lo que me salió por 10.500 euros, en Barcelona, por ejemplo, me podía haber costado unos 17.000 porque el nivel de vida es muy diferente. Además, la cirugía facial me la había hecho un año antes también fuera, en Argentina.
«Me había ido apagando».
- El desembolso económico es bastante importante.
- Entre las dos operaciones y la depilación facial, que es imprescindible, habré gastado unos 30.000 euros. Es un dinero al que cualquier persona no puede hacer frente.
- ¿Recuerda cuando vio su nueva imagen?
- Al cuarto día me miré la cara en el espejo y la tenía toda hinchada pero, aún así, ya era una gozada.
- Dos años antes, sin embargo, su situación era muy diferente.
- Me había ido apagando poco a poco. Estuve unos cinco años en el psiquiatra y cuando tenía 38 ó 39 abrí los ojos y asumí mi transexualidad. Fue un proceso duro pero muy satisfactorio, ahora es cuando he empezado a vivir.
- ¿Por qué tardó casi dos décadas en reconocerlo?
- Lo había ocultado tanto que me lo negaba a mí misma, llegué incluso a rechazar mis genitales. Pero cuando lo asumí me di cuenta de algunas cosas que me habían pasado, como la fascinación que sentí por personajes como Bibi Andersen cuando empezó a ser conocida o el impacto que me causó un reportaje en una revista sobre cambios de sexo. Era como si tuviera las piezas del puzzle y me faltara unirlas.
- ¿Le costó aceptarlo también ante sus seres más cercanos?
- El momento más duro fue cuando me lo dije a mí misma. A mis padres tardé como mes y medio en decírselo y cuando se enteraron, no reaccionaron, pero esa noche no pudieron dormir. Y con mi pareja de entonces supuso la ruptura aunque mantenemos una gran amistad. Todos ellos vieron que la transición era buena para mí y han sido un apoyo total.
- ¿La sociedad se muestra igual de comprensiva?
- Hay avances pero sigue habiendo comentarios, insultos y la transexualidad es aún motivo de, por ejemplo, casos de 'bullying' en los colegios o de despidos en algunos trabajos. En la sociedad dependemos demasiado de nuestro aspecto. Se tiene que notar que eres un hombre o una mujer.
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