La Unidad de Trastorno de Identidad de Género ha tratado a 77 menores - Los pacientes reciben asistencia psicológica y tratamiento hormonal a los 16 años
REYES RINCÓN - Sevilla - 25/10/2009
Mar y Miguel coinciden en recordar el día de su primera comunión como uno de los más "horribles" de su vida. A ella le pusieron un traje de marinero y a él un vestido blanco de volantes. "Estaba monísimo", recuerda, "pero lo pasé fatal". Mar nació con cuerpo de niño y Miguel de niña. Son dos personas transexuales que ya disfrutan de una identidad legal y una apariencia acorde con el género al que siempre sintieron que pertenecían, pero para llegar hasta aquí han tenido que enfilar un camino lleno de piedras que, aseguran, empezó en la infancia.
Aunque la mayoría de los pacientes que recibe la Unidad de Trastorno de Identidad de Género (UTIG) del Hospital Carlos Haya de Málaga es mayor de edad, casi un 10% no ha cumplido los 18. De los alrededor de 800 transexuales que ha tratado este equipo en sus 10 años de actividad, 77 son menores. El más pequeño, de 12 años, aunque la coordinadora de la unidad, Isabel Esteva, afirma que la media llega con 14 ó 15.
Igual que los adultos, estos jóvenes reciben atención psicológica, primero para confirmar el diagnóstico y, después, para orientar al menor y su familia. "Hay que hacer un acompañamiento, pero que no sea ni potenciador ni bloqueador de nada", explica Esteva. Los jóvenes que no han contado con esta ayuda admiten que les hubiera venido bien. Alejandro, un sevillano de 24 años, acudió por primera vez a un psicólogo con 14 años sin contarle nada a su familia. Pero le sirvió de poco porque la psicóloga no entendía su problema. "Ni siquiera que tuviera novia, decía que no lo comprendía". Se fue y no volvió.
La doctora Esteva asegura que, en la última década, se ha notado una evolución social. "Antes, sobre todo en los padres de los pacientes menores, había mucho más desconocimiento y angustia". "Estamos comprobando que la evolución favorable del caso es correlacional con el apoyo familiar", afirma.
Muchos menores transexuales viven su problema en solitario, convencidos de que sus padres, más que ayudarles, van a intentar corregirles. Es lo que le pasó a Miguel, de 31 años. Cuando era adolescente su madre le llevó al psicólogo al pensar que tenía problemas de integración. Pero la psicóloga no dio con el diagnóstico adecuado y el chico no dijo nada hasta cumplir los 18. "Conozco a mi madre, soy hijo único y sabía por dónde me iba a salir", cuenta Miguel, que defiende la atención temprana de la transexualidad.
La valoración psicológica de los jóvenes diagnosticados en la UTIG de Málaga se extiende durante unos 18 meses, en los cuales el paciente hace lo que se llama un test de vida real, que supone empezar a manifestar en su entorno lo que la persona siente en su intimidad: adaptar la imagen a lo que le gustaría, cambiar su nombre real por otro con el que se sienta más a gusto.
Cuando acaba este proceso y hay un diagnóstico claro de transexualidad, la mayoría de los jóvenes tiene alrededor de 16 años, la edad recomendada, según Esteva, para iniciar un tratamiento hormonal que bloquee la pubertad y frene el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, como la barba en los hombres o el crecimiento del pecho en las mujeres. "Ojalá a mí me hubieran tratado en la pubertad. Llegué a tener una talla 95 de sujetador", cuenta Miguel, que está casado y su mujer espera un tratamiento de inseminación artificial.
La Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), se muestra partidaria de que los menores accedan a estos tratamientos, pero también aboga por que puedan someterse a cirugía para terminar de adaptar su cuerpo al género del que se sienten sin tener que esperar a la mayoría de edad, como hasta ahora. "Si una persona de 16 años puede someterse a cirugía estética y pronto podrá abortar sin permiso paterno, ¿por qué para esto hay que ser mayor de edad?", se pregunta Mar Cambrolle, presidenta de ATA. Su asociación pide bajar a los 16 la edad mínima para esta cirugía y que el joven no necesite la autorización de sus progenitores.
La doctora Esteva, por contra, comparte las recomendaciones internacionales de respetar la mayoría para la cirugía de reasignación de sexo. "Cuidado con correr demasiado. Con 16 todos te dicen que tienen muchas ganas de operarse. Es normal, pero nosotros les tranquilizamos y lo acaban entendiendo", explica. De los 77 menores transexuales atendidos en su unidad, 61 requirieron tratamiento para cambiar de hombre a mujer. 20 de ellos se han operado tras cumplir los 18 años. De los 16 pacientes que necesitaban cambiar su cuerpo de mujer por el de hombre, seis ya se han sometido a una mastectomía.
Igual que los adultos, estos jóvenes reciben atención psicológica, primero para confirmar el diagnóstico y, después, para orientar al menor y su familia. "Hay que hacer un acompañamiento, pero que no sea ni potenciador ni bloqueador de nada", explica Esteva. Los jóvenes que no han contado con esta ayuda admiten que les hubiera venido bien. Alejandro, un sevillano de 24 años, acudió por primera vez a un psicólogo con 14 años sin contarle nada a su familia. Pero le sirvió de poco porque la psicóloga no entendía su problema. "Ni siquiera que tuviera novia, decía que no lo comprendía". Se fue y no volvió.
La doctora Esteva asegura que, en la última década, se ha notado una evolución social. "Antes, sobre todo en los padres de los pacientes menores, había mucho más desconocimiento y angustia". "Estamos comprobando que la evolución favorable del caso es correlacional con el apoyo familiar", afirma.
Muchos menores transexuales viven su problema en solitario, convencidos de que sus padres, más que ayudarles, van a intentar corregirles. Es lo que le pasó a Miguel, de 31 años. Cuando era adolescente su madre le llevó al psicólogo al pensar que tenía problemas de integración. Pero la psicóloga no dio con el diagnóstico adecuado y el chico no dijo nada hasta cumplir los 18. "Conozco a mi madre, soy hijo único y sabía por dónde me iba a salir", cuenta Miguel, que defiende la atención temprana de la transexualidad.
La valoración psicológica de los jóvenes diagnosticados en la UTIG de Málaga se extiende durante unos 18 meses, en los cuales el paciente hace lo que se llama un test de vida real, que supone empezar a manifestar en su entorno lo que la persona siente en su intimidad: adaptar la imagen a lo que le gustaría, cambiar su nombre real por otro con el que se sienta más a gusto.
Cuando acaba este proceso y hay un diagnóstico claro de transexualidad, la mayoría de los jóvenes tiene alrededor de 16 años, la edad recomendada, según Esteva, para iniciar un tratamiento hormonal que bloquee la pubertad y frene el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, como la barba en los hombres o el crecimiento del pecho en las mujeres. "Ojalá a mí me hubieran tratado en la pubertad. Llegué a tener una talla 95 de sujetador", cuenta Miguel, que está casado y su mujer espera un tratamiento de inseminación artificial.
La Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), se muestra partidaria de que los menores accedan a estos tratamientos, pero también aboga por que puedan someterse a cirugía para terminar de adaptar su cuerpo al género del que se sienten sin tener que esperar a la mayoría de edad, como hasta ahora. "Si una persona de 16 años puede someterse a cirugía estética y pronto podrá abortar sin permiso paterno, ¿por qué para esto hay que ser mayor de edad?", se pregunta Mar Cambrolle, presidenta de ATA. Su asociación pide bajar a los 16 la edad mínima para esta cirugía y que el joven no necesite la autorización de sus progenitores.
La doctora Esteva, por contra, comparte las recomendaciones internacionales de respetar la mayoría para la cirugía de reasignación de sexo. "Cuidado con correr demasiado. Con 16 todos te dicen que tienen muchas ganas de operarse. Es normal, pero nosotros les tranquilizamos y lo acaban entendiendo", explica. De los 77 menores transexuales atendidos en su unidad, 61 requirieron tratamiento para cambiar de hombre a mujer. 20 de ellos se han operado tras cumplir los 18 años. De los 16 pacientes que necesitaban cambiar su cuerpo de mujer por el de hombre, seis ya se han sometido a una mastectomía.
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