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martes, 4 de enero de 2011

La disortifobia imperante

La disortifobia (del latín dissors, dissortis: extraño, diferente) o miedo a ser diferente ha convertido en la peor epidemia del siglo XXI.

Hoy en día todo el mundo quiere ser “normal”. Nadie quiere ser distinto, nadie quiere sobresalir. Y en los gustos musicales, literarios, estéticos, todos corren a conformar la norma. Comprar lo mismo que los demás, escuchar lo mismo que los demás, vestir como los demás no es más que un rito tribal de sumisión que busca el sentido de pertenencia.
Así es como han desactivado la revolución feminista y la gay desde el Patriarcado. La disortifobia es un retrovirus que se ha inyectado en las minorías, especialmente en los gays, desde la más tierna infancia a través de la socialización primaria, la publicidad y el márketing. Ha convertido a las nuevas generaciones de gays en verdaderas masas de clones obedientes, sin personalidad, aterrados ante la idea de destacar de la masa y tener el foco sobre ellos. Y es que es una estrategia del poder para dividir y controlar a las minorías: hacerles temer el aislamiento de la diferencia y así biselar su personalidad hasta convertirlos en anodinas réplicas de la masa hegemónica. Aunque su vida no tenga nada en común con esa mentira.
En esta sociedad ser diferente es un trabajo agotador.

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