Ya ha salido la sentencia. Casi 19 años de prisión. Ahora nos queda el regusto amargo de que siempre nos parezcan pocos los años de condena por un crimen tan brutal. Pero nos preocupa mucho más el para qué va a servir todo esto.
Si de verdad las dos asesinas estuvieran 18 años sometidas a todo tipo de tratamientos psiquiátricos que hicieran que se despertara su tan dormida empatía, si durante esos diecinueve años su peor juez fuera su conciencia, si con eso se llegara a conseguir que se dieran cuenta de la magnitud de su crimen, del dolor y el sufrimiento que causaron, si llegaran a poder imaginar cada noche todo lo que padeció Roberto, la cárcel habría sido la peor condena.
Pero si nos limitamos a encerrarlas sin más, conviviendo en un entorno donde la empatía no es compatible con la supervivencia, donde la misma violencia que emplearon en su vida como mujeres libres será lo que les salve como mujeres reclusas, mucho nos tememos que saldrán con cuarenta y tantos años mucho más deshumanizadas y brutales de lo que entraron.
Meter a dos animales en una jaula y pretender que salgan humanizados es ciencia ficción. La reinserción de estas dos mujeres pasaría por desarrollar su cultura, su sensibilidad, su ética y su moral. Y estas cosas quedan muy lejos de nuestro actual sistema penitenciario.
No tendrán trabajos sociales con colectivos de personas transexuales para que lleguen a comprender lo terrible de esa situación, ni con madres cuyos hijos han sido asesinados para que puedan sentir en su piel el dolor que supone una pérdida tan injusta. No saldrán con una cultura que les permita acercarse a los libros, excelente motor para poder crear una ética y una moral que les permita vivir de nuevo como mujeres renovadas en una sociedad con reglas y limites.
Ainoha y Dolores pasaran mucho tiempo en prisión. Esperemos que su conciencia se despierte y el recuerdo del asesinato de Roberto sea su mayor castigo durante todas las noches de su vida.
Mientras tanto nos toca a nosotros seguir removiendo conciencias y despertando sensibilidades.
La juta directiva de “El Hombre Transexual”
Si de verdad las dos asesinas estuvieran 18 años sometidas a todo tipo de tratamientos psiquiátricos que hicieran que se despertara su tan dormida empatía, si durante esos diecinueve años su peor juez fuera su conciencia, si con eso se llegara a conseguir que se dieran cuenta de la magnitud de su crimen, del dolor y el sufrimiento que causaron, si llegaran a poder imaginar cada noche todo lo que padeció Roberto, la cárcel habría sido la peor condena.
Pero si nos limitamos a encerrarlas sin más, conviviendo en un entorno donde la empatía no es compatible con la supervivencia, donde la misma violencia que emplearon en su vida como mujeres libres será lo que les salve como mujeres reclusas, mucho nos tememos que saldrán con cuarenta y tantos años mucho más deshumanizadas y brutales de lo que entraron.
Meter a dos animales en una jaula y pretender que salgan humanizados es ciencia ficción. La reinserción de estas dos mujeres pasaría por desarrollar su cultura, su sensibilidad, su ética y su moral. Y estas cosas quedan muy lejos de nuestro actual sistema penitenciario.
No tendrán trabajos sociales con colectivos de personas transexuales para que lleguen a comprender lo terrible de esa situación, ni con madres cuyos hijos han sido asesinados para que puedan sentir en su piel el dolor que supone una pérdida tan injusta. No saldrán con una cultura que les permita acercarse a los libros, excelente motor para poder crear una ética y una moral que les permita vivir de nuevo como mujeres renovadas en una sociedad con reglas y limites.
Ainoha y Dolores pasaran mucho tiempo en prisión. Esperemos que su conciencia se despierte y el recuerdo del asesinato de Roberto sea su mayor castigo durante todas las noches de su vida.
Mientras tanto nos toca a nosotros seguir removiendo conciencias y despertando sensibilidades.
La juta directiva de “El Hombre Transexual”
No hay comentarios:
Publicar un comentario