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miércoles, 14 de abril de 2010

"Roberto" articulo de opinión de Fran, en memoria del hombre transexual torturado y asesinado en Madrid

Articulo de FRAN/Enviado al Diario Digital Transexual-. Desde que me enteré del asesinato de Roberto y, sobre todo, tras asistir al juicio y leer la sentencia, no he dejado de pensar en él. Como una obsesión su imagen viene a mí de manera constante. Tengo en mi cabeza un mapa casi perfecto de la sucesión de los acontecimientos y la imagen nítida del escenario de sus últimos días. Sin embargo, no dejo de pensar en él con esa inquietud que se tiene cuando apenas una sola pieza te separa de la consecución de un puzzle. Esa pieza que sabes que falta aunque puedas ver la imagen. Al principio pensé que la respuesta era evidente: A Roberto le habían amenazado diciéndole que harían daño a alguno de sus familiares o allegados. ¿Por qué si no nunca salió a la puerta e imploró auxilio? ¿Por qué no lo gritó desde la alcoba, porqué no se defendió, porqué no golpeó las paredes hasta tirarlas abajo? Entonces comenzaron a asaltarme otras preguntas. ¿Por qué sus vecinos, a pesar de las evidencias, no obligaron a la policía a entrar en la vivienda y hacer que los servicios sociales le trasladaran? ¿Por qué dos de sus vecinas, amigas desde la infancia, no se lo llevaron a una comisaría el día que se lo encontraron, tan deteriorado, en un centro comercial? ¿Por qué ninguno de sus familiares se personó en la vivienda y se abrió paso para entrar y rescatar a Roberto del lamentable estado en que se encontraba a pesar de esas evidencias? Nunca antes el acerbo popular se me había antojado tan sabio: “entre todos le mataron y él solito se murió”.
Cuando conocí a Roberto (debió ser a primeros del año 2006) me contó un detalle que no recordé hasta que se celebró el juicio cuando oí declarar a dos de sus vecinas. El debía tener unos 19 años y me pareció un niño grande. Taciturno y apocado, me contó que estaba muy dolido porque sus amigas no querían llamarle Roberto y se dirigían a él siempre en femenino. Ahora se a quien se refería. Estaba enfadado y aunque le dijimos que debía hablar seriamente con ellas o dejar de verlas él solo decía una cosa: ¡son mis amigas!. Sus amigas, sus vecinos, sus familiares, sus compañeros... Roberto era un muchacho transexual, joven y lleno de vida, deseoso de que se le reconociera.
¿Qué razón había para tanta violencia, tanto ensañamiento? ¿Qué razón para tanto silencio de vecinos y allegados? Las asesinas de Roberto dijeron que Roberto merecía ser castigado y golpeado, que cuando se le miraba a la cara sólo daban ganas de pegarle. ¿Acaso sus vecinos, de una forma casi inconsciente, también pensaban que se lo merecía? ¿Acaso sus parientes y allegados también lo creían en lo más recóndito de sus conciencias? ¿Es posible que él mismo también creyera que no merecía otra cosa? Quizás no fue eso sino miedo, torpeza, indecisión… Quizás esto, o todo, o más… Quizás Roberto no está muerto y un trocito de él está en cada uno de nosotros deseando gritar: soy, estoy, existo…
Silencio es lo que ha rodeado el asesinato de Roberto. Silencio durante el tiempo que fue humillado, vejado, secuestrado, golpeado. Silencio durante los dos años que han transcurrido desde su asesinato. Silencio en su tumba bajo una lápida cuyo nombre está hueco.
Quizás es hora de romper el silencio y devolverle el único sonido que podemos: su nombre…….. ¡ROBERTO!

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