En estos días vuelve a estar de actualidad el tema de la prostitución, salta desde la Boqueria de Barcelona a todas las ciudades de España. La solución no pasa por perseguir a las y los trabajadores/as sexuales y sacarles de una calle, ya que se irán a otra. Obviamente tampoco por la persecución o abolición. Mientras haya quien realice el comercio sexual de forma no forzada y voluntaria, este País debe de acometer su regularización. Además de políticas de ayuda y reinserción para todas las personas que deseen otra forma de vida laboral.
Redacción Web Digital Transexual-. Todos estamos en contra del proxenetismo, trata de blancas o comercio sexual forzado en contra de la voluntad de las victimas. El problema y la manipulación comienza cuando desde un sector autodenominado como pretenden que para erradicar los abusos hacia las mujeres, y digo mujeres, porque parece que para ellos no existen los trabajadores sexuales; se debe de abolir cualquier tipo de comercio sexual, aunque sea realizado de mutuo acuerdo entre dos personas con plena libertad adulta.
Creo que seria interesante desmarañar toda esta cuestión, descubrir lo que esconde, y que con tantos disfraces quieren ocultar los abolicionistas. Es escandaloso que la mayoría se adueñen y enarbolen como propia la bandera del feminismo, como si fuera una consigna de este oprimir la libertad sexual de quienes deciden tener como forma de vida laboral la prostitución. Cientos de feministas están a favor de la regularización del comercio del sexo, realizado de forma libre e individual.
No nos engañemos, debajo de toda esta pantalla subyace un prejuicio moral con la sexualidad, la propia y la de los demás, incrustada de forma genética-cultural en el subconsciente, que de manera cruel les traiciona. Con el agravante añadido de que pretenden imponerla de forma fascista al resto de las mujeres y hombres. Es tremendo y apabullante, unas personas diciéndoles a otras que tipo de vida sexual tienen que realizar. Lo vocean además personajes que se vanaglorian de haber luchado por las libertades de este País. Como dice una amiga mía, y la secundo, letra a letra: “Son progresistas aburguesados de salón, que les queda muy grande el activismo de a pie de calle”; a alguna he conocido, con mirada ida, nerviosa, llena de “tics”; y hablando sola por los pasillos de TV5, tras un debate en “La Noria”.
Cuanto cinismo e hipocresía. Si hay que abolir, vayamos también a la prostitución institucionalizada y sacramentalizada en registros civiles y sacristías. Aquí nadie juzga, persigue o cuestiona los matrimonios donde solo existe interés económico o de estatus social por alguno de sus conyugues. Siendo más cuestionables porque aquí han traficado con los sentimientos; al fin y al cabo la prostituta o prostituto solo ha pactado media hora de sexo.
Me niego a aceptar que este Gobierno -que tantos pasos ha dado hacia las libertades civiles- este dando cabida e infiltración a un grupo intolerante con los derechos de los demás. Ya se habló en el Senado de esta cuestión; los colectivos de prostitutas no fueron invitados sino que una vez y por compromiso. De allí salio una recomendación para que los periódicos no publicaran sus anuncios; maquiavélicamente dijeron que no estaban en contra de las trabajadoras, pero al mismo tiempo intentaban dejarlas en terrenos baldíos para que se publicitaran y así no acceder a los clientes.
No puedo quedarme callada ante los autodenominados abolicionistas, que en realidad solo son talibanes fundamentalistas de la sexualidad de otras mujeres, se proclaman los voceros de las prostitutas mientras que a las trabajadoras sexuales desde el ejercicio libre les ponen una mordaza en la boca.
Carla Antonelli
Creo que seria interesante desmarañar toda esta cuestión, descubrir lo que esconde, y que con tantos disfraces quieren ocultar los abolicionistas. Es escandaloso que la mayoría se adueñen y enarbolen como propia la bandera del feminismo, como si fuera una consigna de este oprimir la libertad sexual de quienes deciden tener como forma de vida laboral la prostitución. Cientos de feministas están a favor de la regularización del comercio del sexo, realizado de forma libre e individual.
No nos engañemos, debajo de toda esta pantalla subyace un prejuicio moral con la sexualidad, la propia y la de los demás, incrustada de forma genética-cultural en el subconsciente, que de manera cruel les traiciona. Con el agravante añadido de que pretenden imponerla de forma fascista al resto de las mujeres y hombres. Es tremendo y apabullante, unas personas diciéndoles a otras que tipo de vida sexual tienen que realizar. Lo vocean además personajes que se vanaglorian de haber luchado por las libertades de este País. Como dice una amiga mía, y la secundo, letra a letra: “Son progresistas aburguesados de salón, que les queda muy grande el activismo de a pie de calle”; a alguna he conocido, con mirada ida, nerviosa, llena de “tics”; y hablando sola por los pasillos de TV5, tras un debate en “La Noria”.
Cuanto cinismo e hipocresía. Si hay que abolir, vayamos también a la prostitución institucionalizada y sacramentalizada en registros civiles y sacristías. Aquí nadie juzga, persigue o cuestiona los matrimonios donde solo existe interés económico o de estatus social por alguno de sus conyugues. Siendo más cuestionables porque aquí han traficado con los sentimientos; al fin y al cabo la prostituta o prostituto solo ha pactado media hora de sexo.
Me niego a aceptar que este Gobierno -que tantos pasos ha dado hacia las libertades civiles- este dando cabida e infiltración a un grupo intolerante con los derechos de los demás. Ya se habló en el Senado de esta cuestión; los colectivos de prostitutas no fueron invitados sino que una vez y por compromiso. De allí salio una recomendación para que los periódicos no publicaran sus anuncios; maquiavélicamente dijeron que no estaban en contra de las trabajadoras, pero al mismo tiempo intentaban dejarlas en terrenos baldíos para que se publicitaran y así no acceder a los clientes.
No puedo quedarme callada ante los autodenominados abolicionistas, que en realidad solo son talibanes fundamentalistas de la sexualidad de otras mujeres, se proclaman los voceros de las prostitutas mientras que a las trabajadoras sexuales desde el ejercicio libre les ponen una mordaza en la boca.
Carla Antonelli
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