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lunes, 7 de septiembre de 2009

"Muchos jóvenes piensan en el suicidio"



Edith Modesto preside el Grupo de Padres de Homosexuales de Brasil

Sao Paulo - 06/09/2009
Edith Modesto lleva 12 años ayudando a los padres de víctimas de homofobia y desde 2007 trabaja en el Proyecto Purpurina, orientado a jóvenes homosexuales, bisexuales y transexuales de 13 a 24 años. Para protegerlos, los cita con nombres ficticios.
¿Quiénes sufren en Brasil la violencia homófoba?
Casi todos los jóvenes LGBT sufren agresiones en casa, en la escuela y allá donde van. Hablo de una violencia tanto física como psíquica y he comprobado que esta última deja marcas más duraderas. Nos llegan chicos con síndrome de pánico, depresiones gravísimas, anorexia y otros desórdenes.
¿Hay muchos casos de rechazo en la escuela?
Sí. Con los transexuales, es especialmente difícil. A María, una transexual de 15 años, le negaron el ingreso en siete escuelas. A Laura hubo que cambiarla de instituto porque la llamaban "aquella cosa" los profesores y la dirección, así que imagina sus compañeros. En el recreo, la insultaban y le apretaban los senos, pues usaba relleno.
¿Sufren violencia doméstica?
Hoy mismo recibí un e-mail de Diego: ayer le contó a sus padres que es homosexual. Me dice que su reacción fue terrible, que le pegaron. Está asustadísimo. Yo localizo a los padres y, si se dejan, trabajo con ellos para que acepten a su hijo. La madre de María, por ejemplo, tardó cinco años en comprender que su hijo era una niña. Todavía no lo ha aceptado completamente, pero ya consigue decir: "Tengo una hija".
¿Suele conseguirlo?
No siempre. Es difícil con las familias evangélicas y en Brasil hay muchas. Para muchos de ellos, los homosexuales están poseídos por el demonio. Tenemos en el grupo una madre que, cuando su hijo entra en casa, dice: "Ahí llegó el demonio".
¿Cómo suelen reaccionar los padres?
Al principio, no lo aceptan. Piensan que su hijo tiene una enfermedad o un problema psicológico. Culpan a otros, así que les prohíben ver a sus amigos, les quitan Internet y el móvil; los aislan. Eso es devastador para un adolescente y es una de las causas de que se den tantos casos de suicidios entre homosexuales.
¿Tantos existen?
Están documentados los más de cien casos que anualmente se dan en Brasil de asesinatos homófobos, pero no hay manera de contabilizar los suicidios. En los dos años y medio que llevamos con el Proyecto Purpurina, dos chicos se han quitado la vida, pero muchos otros lo han intentado y prácticamente todos hablan de ello. Como Flavio. Contactó conmigo con 14 años, muy triste. Hablé con sus padres, los convencí para que vinieran a nuestras reuniones, pero cuando llegó el día, no aparecieron. Flavio intentó suicidarse al día siguiente. Se salvó, pero pasó una profunda depresión, sufrió anorexia y le han quedado secuelas, heridas del alma que no sé si se podrán curar algún día.
Otro gran problema son los chicos que huyen de casa
Así es. Hace poco tuvimos a Paola, una chica lesbiana. Su madre comenzó a venir a las reuniones y estábamos haciendo progresos, pero no pudo contener la violencia de su marido. Paola acabó huyendo y está desaparecida. Se dan tantos casos que me gustaría abrir una casa de hospedaje.
¿Y tienen miedo de ser agredidos en la calle?
Los homosexuales en Brasil no pueden comportarse como son sin exponerse a un peligro. En nuestras reuniones, pueden besarse y sentirse libres; pero cuando salen a la calle, deben ser cuidadosos.
¿Está tomando medidas el Gobierno?
Las autoridades han comprendido que es un problema grave. Apoyan a nuestra ONG y me permiten dar charlas a los profesores en las escuelas públicas. Pero queda mucho por hacer: no existe una ley que criminalice las agresiones homófobas, como ocurre con las racistas. No es algo que pueda erradicarse de hoy para mañana. El prejuicio homófobo en Brasil es muy fuerte, está instalado en todos nosotros.

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